Prólogo

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Sector Bajo se caracterizaba por sus alrededores compuestos de madera y zinc. El sistema eléctrico era uno vulnerable e inestable, susceptible a que la menor ráfaga de viento lo inhabilitara por tiempo indefinido. El primer piso de la isla constituía más del 50% de la agricultura local. De esa producción, oficiales de Alteza organizaban caminatas semanales hasta Sector Bajo para cosechar el 90% del producto que los agricultores trabajaron. La escuela dejó de existir hace unos años como cherry on top para poder continuar con los planes de adoctrinamiento a ciegas, sin información, sin armas para batallar. Desde entonces, los niños no cuentan con tiempo para divertirse, les ha tocado convertirse en ayuda obrera para sus mayores. Sector Bajo, sin embargo, no siempre lució como lo hace hoy. Hubo un periodo en donde se parecía más a lo que Villa Corazón aparenta ser.

          El segundo estamento, Villa Corazón , separada por una muralla de zinc del Sector Bajo, y otra de acero con una puerta de oro apartándole de Alteza, representaba la falacia de la clase media. Sus exteriores simulaban urbanizaciones, con lagos y palmeras artificiales, pero el toque de decoración más impactante era el Hipermercado. Tenía un sistema de trenes que recorría la villa entera en ascenso hasta la capital, conectando al consumidor con sus productos de una manera conveniente, los siete días de la semana. Su sistema era sencillo: Había seis estaciones desde la muralla de Sector Bajo hasta la de Alteza, cada una conectando con las correspondientes secciones del Hipermercado.

En Alteza te esperaba un oficial coleccionando los seis recibos de compra, uno por cada estación. De contar con los seis: ¡felicidades, tienes acceso "gratis" a la capital! Si no contabas con los recibos igual accesar la capital era posible luego de pagar el fluctuante peaje, que se actualizaba con el contabilizador de habitantes en la capital. Por esto, muchos ciudadanos optaban por comprar. Participar en el capitalismo y consumismo les brindaba la ilusión de no estar gastando su dinero necesariamente.

Alteza era la cuna de la aristocracia. Las carretas flotantes se transportaban por doquier. Contaba con la única escuela en la isla, matrícula exclusiva para los residentes de la capital, por supuesto. Tiendas de café en cada intersección, los museos eran abundantes, y las mascotas se asemejaban a animales androides que imitaban a la perfección movimientos y sonidos. Se sentía inorgánico, pero a su vez, nadie quería soltar estos privilegios considerando el estado detrimental de la isla. Todos parecían estar felices tocando las nubes en el punto más alto de la isla. Visitar la capital, y más interesante aún permanecer en ella, era un lujo que solamente las memorias podían comprar.

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