No tienes que ponerte en esa luz roja
paseando las calles por dinero
no te preocupas de si está mal o si está bien
El primer día que te vi me parecías la persona más hermosa que jamás había conocido. Mis ojos te recorrieron de arriba abajo, nunca me imaginé que alguien que tenía aquel trabajo tan asqueroso podría ser como tú. Recuerdo que estabas apoyado cerca de una puerta que desprendía una luz roja potente, de donde cada dos por tres salían algún que otro hombre o mujer, sentía asco por todos ellos. ¿Cómo podían ir a esos lugares? ¿Es que no tenían una buena vida? Tu postura me resultaba muy llamativa, te dejabas caer en la pared mientras te mordías el labio inferior para no quejarte, ya que intentabas ponerte mejor los pantalones cortos tan ajustados que llevabas puestos. Inconscientemente mis labios formaron una pequeña sonrisa al verte, no debía, yo odio esos tipos de lugares, y aún más odio les tengo a las personas que se dedican a ese oficio. Me di un golpe en la mejilla para despertar del sueño en que me había metido, nunca vería bien que tú vendieras tu cuerpo por dinero, y lo peor de todo es que no te importaba para nada. ¿Por qué las personas como tú debéis de ser tan cabezotas? ¿Es que no os dabais cuenta que lo único que hacíais era vender vuestra dignidad a cambio de dinero? No, nunca permitiría nada igual. Llegué a un acuerdo conmigo mismo, no pensaría más en ti, y olvidaría todo lo que me ocurrió ese primer día, aunque nunca me pude imaginar que esto sería tan difícil.
No tienes que vestir ese vestido esta noche
Mis ojos se agrandaron al verte en aquel parque sentado junto a otro hombre, no me asombre porque tuvieras compañía sino por lo que llevabas puesto. Si supuestamente eras un chico ¿Por qué llevabas ese vestido? ¿Ahora te obligaban a vestir así? ¿Quisiste tú? No sabía la respuesta a todas mis preguntas, pero yo solo sabía una cosa...Tú nunca te habías fijado en mí, siempre que yo te veía era a escondidas ¿Tanta era mi afición a ti? No, eso no podía ser, tan solo era porque me llamabas la atención, en mi vida había visto a una prostituta como tú. No entendí porque me escondí detrás de unos arbustos que estaban cerca de vosotros, mi conciencia no paraba de repetirme que debía de estar cerca de vosotros, que algo bueno no iba a pasar. Y así fue.
No tienes que vender tu cuerpo a la noche
Ese hombre se notaba que era mucho más mayor que tú. ¿No tenías asco? Yo nunca me atrevería a tocar a un hombre como él, aunque parece ser que ese hombre tenía las manos muy largas, era un salido, un maldito pervertido. Pude ver como comenzaba a acariciar tus piernas con lentitud mientras te hablaba sobre cosas que no tenían importancia, por lo menos para mí, su mano comenzó a subir por tus muslos y noté como te tensabas ante esto. ¿Esta sería tu primera vez? ¿O es que le tenías demasiado asco como para dejarle que te tocara de esa manera? Yo tan solo me quedé oculto entre la oscuridad, mis ojos divagaban entre vuestras figuras, aunque más por la tuya. Mis puños se cerraron fuertemente al ver como aquel viejo pervertido te obligó a que te sentaras en su regazo mientras te reclamaba que le llamases oppa. No podía soportarlo, asco le debería de dar al obligarte a que hicieras esas guarradas. Por un momento me perdí ante tus penetrantes ojos, mirabas hacia mi dirección aunque esa mirada no iba dirigida hacia a mí, estaba demasiado bien escondido como para que me descubrieras. No supe en que instante comenzaste a quejarte fuertemente y a dar gritos de piedad para que el otro dejara de hacer lo que estaba haciendo. Mis piernas se movieron inconscientemente y durante unos segundos yo no me movía a mi mismo. Ahora me encontraba frente a tu acosador, que este estaba tirado en el suelo por culpa del puñetazo que le había metido unos segundos antes, mientras tú me mirabas con sorpresa y pánico a la vez. El pervertido se levantó y salió corriendo sin girar su cabeza hacia nuestra posición, mis músculos no se podían mover del lugar, y notaba como aún su mirada estaba posada en mí.