Eclipse Total del Corazón - Lawlu

Capítulo 2: La Navegante

Nami bajó los prismáticos por tercera vez. Suspiró, dejó de mordisquearse el labio inferior con los dientes y se alisó la arruga del entrecejo. Iba a marcarse arrugas de preocupación, como si sus mejillas abrasadas por el viento helado y el aire salado del mar no fueran ya lo bastante malas. Pensó que tendría que intensificar el cuidado de su piel. En su baúl había un bálsamo del Dr. Kureha, específico para el frío. Quizá fuera el momento de probarlo.

Habían entrado en el clima invernal poco después de salir de Wano, y éste parecía prolongarse eternamente, envolviendo muchas islas cercanas en gruesas capas de esponjosa nieve. Los icebergs iban a la deriva junto con las corrientes oceánicas, impredecibles con su verdadera naturaleza velada en las profundidades acuosas, otro obstáculo para que Nami navegara. Si a eso le sumamos las constantes y espontáneas nevadas y la amenaza de congelación en cada esquina, Nami no lo estaba pasando nada bien.

Aunque no creía estar sola.

La mayoría de los piratas del Sombrero de Paja estaban escondidos en casa, ocupados en sus áreas de interés. Sanji utilizaba el tiempo a su favor, elaborando nuevos guisos y sopas que calentaran a todo el mundo por dentro. Chopper abastecía sus almacenes con preventivos para el resfriado común, asegurándose de que todo el mundo tomara una cápsula con la cena cada noche. A menudo se podía encontrar a Brook y Jinbei en la sala del acuario, este último asegurándose de que los peces sobrevivían al cambio de temperatura, mientras el primero practicaba varios himnos regionales de invierno con su violín. Franky intentaba fabricar calefactores de exterior que funcionaran con nieve; algo sobre molinos hidráulicos que generaban energía con agua.

Robin y Usopp habían montado un improvisado invernadero de cristal con un sistema de calefacción para sus jardines y el huerto de mikan de Nami en cuanto el primer viento gélido marchitó las flores. Desde entonces, a menudo se podía encontrar a la arqueóloga tomando té y leyendo entre la floreciente flora, mientras el francotirador jugueteaba con las herramientas de su taller en el calor reforzado.

Sólo Zoro y Luffy desafiaban el frío con ella, aunque estaba claro que Nami se acurrucaría bajo techo si le dieran a elegir. El tiempo tendía a congelar las ventanas de la plataforma de observación, lo que la convertía en un mirador poco fiable. Si Nami quería navegar según sus elevadas expectativas, se quedaría fuera hasta que estuviera segura de su rumbo.

Se trataba de un detalle importante, ya que diferenciaba a Nami de los psicópatas que compartían la cubierta del Sunny. Zoro había hecho saber que permanecería en el frío hasta que "venciera a la congelación o la congelación se llevara sus dedos". Tras la protesta de Chopper, se había resignado a llevar guantes, aunque sus pectorales desnudos brillaban con un preocupante rojo crudo bajo el viento cortante. Nami se preguntó si podría perder los pezones por el frío. Después de todo, su arrogancia no podía llevarle muy lejos.

Luffy se había acomodado en el mascarón de proa, como de costumbre. Solía entrar en casa cuando le rugían las tripas para molestar a Sanji, y había aliviado las preocupaciones de Chopper accediendo a ponerse una chaqueta de lana cuando la temperatura había caído por debajo del punto de congelación. Nada fuera de lo común.

Excepto...

Algo pasaba con Luffy.

Nami no podía entenderlo. No era como si estuviera diciendo tonterías o afirmando que ya no deseaba ser el Rey de los Piratas. Seguía comiendo más del triple que los demás. Seguía preguntando por el rumbo y cuánto tardarían en llegar a la siguiente isla. Seguía buscando a Usopp y a Chopper cuando estaba aburrido y quería jugar a algo.

Pero estaba callado.

Mucho más tranquilo de lo habitual.

Que Luffy se sentara pensativo en la cabeza de león del Sunny era algo habitual, esperado. Que Luffy se sentara allí durante días enteros, ser el último en acostarse y el primero en despertarse (incluso antes que Sanji, que tenía un montón de trabajo de que hacer cada mañana), era anormal. Preocupante, incluso.