CAPITULO I

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Cuando Ryan tuvo aquel accidente, todas las fuerzas de mi cuerpo se desvanecieron. La angustia y el miedo de pensar que no despertaría o que tal vez nunca podría volver a verlo me consumían cada segundo del día. Sin embargo, no podía permitirme derrumbarme, ya que Alan, mi hijo, dependía de mí. Así que me mantuve fuerte y optimista, esperando con ansias que Ryan recobrara la conciencia.

Como si el cielo hubiera escuchado mis ruegos, después de un par de semanas, Ryan finalmente despertó. No podría haberme sentido más feliz y llena de vida al verlo consciente. Sin embargo, esa alegría fue efímera, ya que en el momento en que nuestras miradas se cruzaron, sus ojos no brillaron de felicidad al verme. Al contrario, me miró como si fuera una completa desconocida, lo cual me afectó profundamente.

Pero lo que realmente fue un golpe duro como un balde de agua fría fue darme cuenta de que Ryan había olvidado por completo los últimos cinco años de su vida, esos cinco años en los que compartimos tantas experiencias, tanto buenas como malas. Sin embargo, debía ser paciente, ¿verdad? Creía firmemente que, con el tiempo y compartiendo momentos conmigo y Alan, sus recuerdos volverían, o al menos el amor entre nosotros volvería a florecer. Lamentablemente, yo pensaba una cosa y él otra, lo que nos lleva a este momento.

Entonces, esto es algo que deberemos resolver con los abogados —dijo él sin pestañear.

- ¿Abogados? —repitió ella, incrédula y completamente perpleja, sintiendo cómo un nudo se formaba en su garganta.

- Así es —asintió él con un leve cabeceo—. La verdad es que no me siento muy cómodo en este lugar, y mucho menos me veo viviendo con una desconocida, por muy simpática que ella se vea.

Aquellas palabras golpearon a Gaia como un puñetazo en el estómago. Aunque estaba consciente de los pros y los contras de la pérdida de memoria de Ryan, jamás se le pasó por la cabeza que él se negara rotundamente a darles una oportunidad a ella y su hijo de conocerse y compartir tiempo juntos.

Ryan, al ver lo perturbada que Gaia quedó con sus palabras, decidió soltar lo que, en ese momento, parecía la mayor estupidez que se le pudo ocurrir.

- Pero no te preocupes, le daré una pensión vitalicia a Alan. Te aseguro que nada le faltará —dijo como si aquello fuera algo bueno.

- Un momento —pidió ella, mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas para persuadirlo—. Sé que todo esto de que tienes una esposa y un hijo puede ser impactante, pero ¿por qué no te tomas un tiempo para conocernos?

Ryan apartó la mirada, no muy conforme con lo que Gaia acababa de decir.

- Lo siento —mencionó cabizbajo—, pero realmente no me veo aquí. Esta no es mi vida.

Aquellas palabras fueron como dagas que se enterraron en el corazón de Gaia.

- Además, si te soy sincero, no tengo la más mínima idea de cómo criar a un niño. No sé qué decirle ni de qué hablarle. Creo que lo más importante es que tú estés a su lado y que no le falte nada, ¿verdad? -dijo, mirando fijamente los ojos de su esposa, los cuales estaban visiblemente nublados por las lágrimas que amenazaban con brotar.

Por supuesto, aquí tienes una versión mejorada para expresar más las emociones:

- No puedes estar hablando en serio —dijo Gaia, con una tristeza profunda que resonaba en su voz—. ¿En verdad crees que una pensión alimenticia es mejor que el amor de un padre? Si eso fuera cierto, no me habría casado contigo —añadió, con su voz temblorosa y teñida de furia.

- Lo sé —mencionó él—, pero todo esto es demasiado, es muy confuso. De la noche a la mañana tengo un hijo y una esposa. ¿Eres consciente de lo irreal que es todo esto? -alegó, sintiendo cómo la tensión en la habitación aumentaba con cada palabra.

Por supuesto, aquí tienes una versión mejorada que refleja más emociones, tanto físicas como sentimentales:

"Papá, ¿estás aquí?" —inquirió con voz soñolienta el pequeño, asomándose tímidamente a la habitación.

En ese preciso instante, Ryan palideció al ver al pequeño parado en el umbral de la puerta. Mientras se frotaba los ojos, sus miradas se cruzaron y, de repente, una sonrisa brillante iluminó el rostro del niño. Sin pensarlo dos veces, corrió precipitadamente hacia Ryan y se aferró con fuerza a sus piernas.

"Eres tú, papá. ¡Volvió papá, volvió! No es un sueño, volvió" —repetía el niño con alegría, levantando su rostro para mostrar una sonrisa de oreja a oreja a Ryan.

Sin embargo, el niño se preocupó al ver que su padre no le respondía y lo miraba con una expresión extraña en los ojos, lo que lo asustó un poco.

"Papi" —murmuró con preocupación, observando el rostro pálido y gélido de su padre—. "Papi, ¿sigues enfermo?" —inquirió, inclinando la cabeza.

A pesar de que el niño seguía hablándole, Ryan permaneció inmóvil y completamente mudo. Era evidente que estaba petrificado y desconcertado.

Papi" —susurró el niño con voz temblorosa, repitiendo el nombre una y otra vez, anhelando desesperadamente una respuesta que nunca llegó. Sus ojos se llenaron de lágrimas y su voz se quebró en un sollozo desgarrador que llenó la habitación.

En ese instante, Ryan se sintió asfixiado por la abrumadora angustia que lo envolvía. Gaia, con lágrimas en los ojos, se apresuró a estrechar al niño entre sus brazos en un intento desesperado de calmar su dolor. La mirada de Ryan se clavó en el rostro del niño, donde las lágrimas fluían sin tregua. Sin poder soportar la escena, se precipitó hacia la puerta y la cerró de un portazo, abandonando el piso en un silencio devastador.

Desde el otro lado de la puerta, el pequeño seguía gritando "Papi, papi" con un tono desgarrador, mientras las lágrimas continuaban su descenso incontenible sobre los hombros de Gaia, quien luchaba por consolar al niño en medio de la desgarradora despedida de su padre.

Una vez logró hacer dormir a su hijo, se derrumbó exhausta sobre el amplio sofá de la sala. Cerró los ojos en un intento por relajarse, pero la imagen de Ryan huyendo de Alan seguía atormentándola, repitiéndose una y otra vez en su mente. Aquella escena le dejaba un sabor amargo en la boca, ya que no esperaba esa reacción ni mucho menos las palabras de Ryan sobre la manutención. Todo lo que había ocurrido esa noche parecía sacado de una película de pesadilla, todo resultaba increíblemente surreal.

De repente, la pantalla de su celular se iluminó con la llegada de un mensaje de texto. Lo tomó y al ver quién era el remitente y el contenido del mensaje, una tenue sonrisa se formó en su rostro. No sabía si era el instinto de las mujeres o la profunda afinidad que compartía con Lisa, pero estaba agradecida por tener una amiga tan cercana.

El mensaje decía: "Puede que las cosas no salgan como esperabas, pero no te desanimes y sigue adelante."

Un Amor por Redescubrir Is It Love RyanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora