Introducción

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Cantan las almas anhelando su liberación

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Cantan las almas anhelando su liberación. Cantan y lloran por su salvación, implorando perdón.

Se escabullen y aproximan entre los arces japoneses que decoran aquel campo de entrenamiento, testigos de su asedio. El fuego del Inframundo no ayuda al joven de dieciséis años que blande su espada sin descanso. Su mente entra en alerta cuando sus pies se detienen en seco sobre la húmeda tierra negra. Su respiración agitada se camufla bajo el sonido de las hojas rojas persuadidas por el viento para importunar.

El adolescente levanta su camisa de seda negra y seca el sudor que moja su rostro. A vuelo débil y sin brillo deslumbrante se acerca un alma lamentable, y grita su interior que le pertenece a un niño, incluso a un recién nacido. El descendiente de Hades baja su camisa y la analiza con sus ojos entrecerrados.

Toma su espada de hoja negra entre sus manos callosas, dispuesto a activar la marca incrustada en su empuñadura. ¿Qué podía hacer un niño traumatizado por otro? ¿Qué podía hacer además de dispersar su alma?

Eleva el arma blanca en vano cuando una presencia irrumpe en su lugar. Gira su cuerpo y observa a su hermano caminando a paso relajado hacia él. Las hojas rojas de los arces brillan con fiereza cuando el joven mayor las toca, encantadas con el ligero mimo.

Lo ve mover sus labios, lo ve reír con una pizca de burla, pero su mente solo se aferra a las palabras "instituto de semidioses y dioses", "próximo año" y "socializar".

El pelinegro había oído hablar de ese lugar. Las ninfas del arroyo —al que su hermano, su mejor amigo y él siempre iban— no paraban de nombrarlo. Algunas eran maestras de esos niños, y el narrar las aventuras que vivían a su lado era comidilla semanal.

El instituto de semidioses y dioses analizaba a sus descendientes para decretar al próximo en tomar un trono en el Olimpo. Un lugar oculto dentro de un bosque y protegido por una barrera mágica. Decían de él que su estructura era impresionante, necesitaban de tres edificios interconectados con puentes para albergar a tantos alumnos. Hijos de Zeus, de Ares, de Afrodita, de Hécate, de Atenea, de Hipnos, y muchos más eran entrenados por ninfas de distintos lugares naturales.

Todo detrás de ese lugar picaba su curiosidad. 

El pelinegro inclina su cabeza y le sonríe divertido a su hermano mayor.

—¿Estás listo para jugar?

Son of Hades ᴷᴼᴼᴷᵀᴬᴱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora