Prólogo

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Prólogo: En el páramo.

Hay un reino que se encuentra en las costas del fin de mundo, en el páramo entre la tierra y el mar. No hay muros que protejan de la brisa marina ni del ruido de las olas. Solo hay casas con techos rojos y muros de piedra, hay villas tierra adentro y chozas en la playa, y en lo alto de un cerro ‒como hito del lugar‒ un palacio negro de altas cristaleras que brilla sin igual.

Cuando era niña, la primera vez que vi el palacio fue desde dentro de las olas, el sol del amanecer chocaba con los ventanales y reflejaba una luz hermosa que rivalizaba con las mismas estrellas. Una vez en la playa, con mi cuerpo desnudo y sintiendo por primera vez la arena bajo mis pies ‒sintiendo por primera vez mis pies‒ volví a observarlo con detenimiento, de donde yo venía el sol apenas y tocaba la punta del lugar más alto, y por supuesto, no había nada que pudiera reflejar su luz. Ciertamente el vidrio fue la primera cosa que más me sorprendió, pero no fue la única, en ese lugar había ropa, agua dulce y fuego.

Todo eso está en el pasado, el tiempo corrió y esa niña creció. Dejó de sorprenderse por los cristales, por la incandescente luz y por el agua dulce. Comenzó a amar la fruta y a disfrutar del baile, se acostumbró a los vestidos largos y pomposos e incluso llegó a amarlos, pero esa niña nunca aprendió a tolerar el fuego, le temía como si del mismo mal se tratase.

Hoy considero que esa niña y yo somos personas diferentes, por eso hablo así de ella. Como si fuera ajena a mí, y espero, que sin en algún momento les cuento su pasado, entiendan porque rechazo la idea de sentirme una con ella.

No prometo compartirles mi pasado, pero si mi presente y futuro. Para dar fe de ello les confesaré un secreto, odio que el salitre devore todo a su paso, odio que la brisa me traiga arena a la comida y la corriente suciedad a la playa. Pero es inevitable, este es el único lugar donde ellos pueden estar, entre el mar y la tierra, entre la brisa marina y los vientos de las montañas. Este es el reino de las selkies, mi hogar.

Una Corte de Sal y ORODonde viven las historias. Descúbrelo ahora