En febrero del mismo año, Jorge, Nancy y Escarlata, ésta última acompañada de Arturo, viajaron a Florencia para visitar a Julieta.
A pesar de que volvió a España para pasar la Nochebuena con ellos, se negó a quedarse para celebrar el Año Nuevo, lo que levantó las sospechas de Jorge pese a llevarse con ella a Miranda. Lo pasó con Tiziano y su familia, en la cual, estaba totalmente integrada.
Llegaron a mediodía, Julieta les esperaba en el aeropuerto. Nada más aterrizar Nancy se quejó del frío que hacía en aquella ciudad. Después de seis meses alejada de ella, casi había olvidado sus impertinencias. Aquella actitud quejica hacía presagiar que la semana sería dura de llevar.
Les acompañó a un hotel situado en el centro. Según le explicó su padre, para poder visitar la ciudad con mayor comodidad. Para estar más cerca de ellos esos días, Julieta dejaría el piso de Valeria y compartiría la habitación con su hermana. A pesar de tener fijada fecha de boda para el final de verano, Jorge no permitió que Escarlata y Arturo durmiesen juntos.
–Estás guapísima. Qué bien te ha sentado el cambio –le dijo admirada Escarlata.
–Gracias. Estoy tan contenta de que estés aquí... Quiero enseñártelo todo. Ya verás, vamos a pasarlo genial.
–Sí. Tengo muchas ganas que pasemos tiempo juntas.
–Esta noche vamos a salir. Así podréis conocer a mis amigos.
Abandonaron juntos el alojamiento, y se dirigieron a uno de los lugares más típicos de la ciudad para comer. Después del almuerzo, estuvieron dando un paseo por la Piazza Della Signoria y visitaron la Galería de los Uffizi.
–Papá, vamos a estar aquí una semana. No hace falta que seas tan intenso –dijo cansadísima Escarlata.
–Cariño, siete días son pocos para visitar esta ciudad, ¿verdad, mi vida? –respondió Jorge rodeando con el brazo a Julieta, besándola en la cabeza.
–Sí, papá, pero mañana todo seguirá en el mismo sitio y si sigues a este ritmo vas a agotarlos y no querrán salir esta noche.
–¿Vais a salir? –preguntó algo decepcionado–. Os quería invitar a cenar.
–Jorge, déjalas. Hace mucho que no se ven y querrán hablar de sus cosas. Invítame a cenar a mí –le sugirió Nancy.
Puesto que no le quedó más remedio, debido a la escasa acogida que tuvo la idea, Jorge salió a cenar a solas con su mujer. Así que aprovechó para llevarla a un romántico restaurante que le recomendó el simpático jefe de recepción.
Minutos más tarde Julieta, Escarlata y Arturo dejaron el hotel camino al centro, donde habían quedado con Valeria y el resto de chicas de la facultad, además de con Tiziano y Filippo.
Todavía Julieta no se había atrevido a hablarle de él a Escarlata. La conocía bien, y sabía que se escandalizaría con aquella relación, preguntándole como de costumbre, si estaba loca.
Escarlata por su parte se había percatado de que algún cambio se estaba produciendo en Julieta. Se mostraba más segura e incluso se había atrevido a rebatir a su padre, cuando antes de salir, éste le dijo que aquel vestido le parecía demasiado corto. Si bien era verdad, que la discusión no fue a más gracias a que Nancy le convenció de que le sentaba de escándalo.
Dentro del bar les esperaba Valeria. Tras las presentaciones, mientras Arturo charlaba con alguno de los chicos que se encontraban en el grupo, las dos hermanas reían a carcajadas. Ambas echaban de menos la felicidad que sentían una al lado de la otra. Él ya trabajaba como arquitecto en un pequeño estudio. Era siete años mayor que Escarlata, pero estaba encantado con el ambiente juvenil de la ciudad, rodeado de estudiantes que le hacían recordar sus años universitarios. Siempre fue un todoterreno, esa clase de persona que se adapta a todo.
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Algún día volveré
RomanceJulieta Ros vive un perfecto matrimonio con Mario Mascaró, un cardiólogo hijo de uno de los mejores amigos de su padre, con el que se casó tras ser novios desde la adolescencia. El noviazgo fue interrumpido de mutuo acuerdo durante un año, en el que...