La historia que les contaré no es muy agradable; y no pretendo contar mis memorias para que se divulguen como prueba de lo sobrenatural, sino como un intento de deshacerme de estos recuerdos que me atormentan noche y día.
Corría la década de 1350, yo vivía en una villa alejada de las grandes ciudades. La enfermedad estaba en todos lados, más gente moría de la que nacía a causa de la peste, esa enfermedad que acabó con un tercio de la población de Europa. He de decir que lo acontecido después de eso fue aún más desgraciado; me atrevo a decir que, de morir yo por la peste, habría sido un hombre afortunado.
Ya era un adulto en ese entonces, y aunque la rutina era caótica y vivir se hacía cada vez más difícil nunca titubeé. Ahora que lo pienso, las circunstancias fácilmente pudieron haber hecho de mí un mártir, pero fue en esa época que experimente el amor; y cuando se tiene eso no se puede sentir la desdicha. Llevaba poco tiempo de casado con December, y como es natural cuando se está enamorado, trataba de darle lo mejor.
Sin embargo, nuestros días cada vez se tornaron más sombríos, por la villa comenzaron a correr los rumores de muertos que se levantaban en mitad de la noche y devoraban a quien estuviera cerca. Era común que desaparecieran los difuntos; los pobladores a menudo se encontraban rezando a la divinidad por ellos. Yo más bien pensaba que eran habladurías de personas que no podían aceptar la muerte de sus seres queridos. Sin embargo, mi propio hermano y padre, quienes habían fallecido con dolor a causa de la enfermedad, habían desaparecido la noche posterior a su muerte. Recuerdo haber ardido en cólera por la profanación a mis familiares, porque estaba seguro de que esto era una artimaña de alguien malintencionado.
La desgracia no terminó ahí, pronto la gente sana también comenzó a desaparecer. Rumores de los muertos con sed de sangre se hicieron más recurrentes. La gente no salía por las noches y acostumbran a ir armados por las calles. Yo, que hasta ese momento me mantuve como un incrédulo, tuve mi encuentro con la oscuridad una noche de invierno.
Me encontraba camino a casa después de una jornada de trabajo, sabía que December me estaba esperando con una cena caliente cuando de repente, un murmullo llamó mi atención... ahí, entre las sombras de una desvencijada casa, un hombre se encontraba recostado contra la madera vieja que sostenía la morada. Miré su aspecto enfermo, la luz era escasa, pero pude percibir las ampollas supurantes y la sangre que emanaba de ellas; las manchas negras cubrían gran parte de su rostro, y uno de sus ojos se había cerrado por completo debido a una ulcera por encima de la ceja que se veía, estaba a punto de reventar.
Vi al vagabundo de cerca, la viva imagen de la desesperanza y la perdición. Sin embargo, lo que no sabía era que él era más afortunado que yo, porque su sufrir terminaría pronto, pero el mío apenas estaba comenzando.
El pobre hombre abrió la boca, luchando por hablar; no quería acercármele, pero vi la urgencia en su rostro y un jadeo que no podía entender. Puse mucha atención para tratar de saber qué era lo que estaba diciendo y en mi afán me pareció escuchar las palabras "sangre" e "inmortal". En última instancia, la locura se reflejó en sus ojos y comenzó a arrastrarse más profundo en la oscuridad, su piel sensible se hería aún más con el arrastrar de su cuerpo contra el duro suelo y las piedras, dejando un rastro de sangre detrás.
Estaba estupefacto por el extraño comportamiento cuando a lo lejos, un grito ensordecedor llamó mi atención, otros más lo siguieron y pronto un coro de gritos se alzó por la villa. Corrí por la calle hacia el lugar, estaba preocupado por mi madre y hermana, al llegar me encontré al infierno abriéndose paso en la tierra. La nieve caía blanca e impoluta, pero en medio de ese congelado momento, un fuego alimentado con sangre e ira arrasaba el pequeño pueblo.
La agonía, la desesperación y la pérdida eran percibidas en el ambiente. Los gritos y el crepitar de las casas al quemarse eran la sinfonía principal de esa obra terrorífica.
Fue entonces cuando lo vi...
El protagonista de todo este miedo no podía ser otro que el mismo demonio. Ojos inyectados como pozos negros, piel fantasmal, caninos tan grandes y afilados que penetraban en la piel sin dificultad. Lo último que veían sus víctimas eran esos ojos tan abismales y vacíos. Vi a muchos intentar detenerlo y fallar.
Las facciones de aquel demonio eran duras, dándole el aspecto de una gárgola. No obstante, me pareció terriblemente familiar así que fui hacia él. Me encontraba hechizado de alguna desagradable forma, dentro de mí sabía que era peligroso, pero no pude detener mi avance; mis ojos lo miraron fijamente, sostenía el cuerpo laxo de alguna joven... devorándola. Mi corazón latía demasiado rápido y cuando reconocí realmente lo que estaba frente a mí, dejó de latir. En lo profundo de mi ser lo supe, fue imposible de ignorar y pronto la verdad salió de mi boca:
–Hermano –Me escuché a mí mismo murmurar.
La criatura, mi propia sangre devoró a aquella joven sin titubear, arrebatándole la vida y posteriormente dejándola caer al suelo. Su atención se centró en mí, pero no vi reconocimiento en su mirada, solo el demonio manifestándose a través de él.
–¡Puedo verte! –me dijo. La voz de mi hermano tan clara como el agua, pero con un borde de locura en él.
Se movió y luego pateo a la joven, la fuerza con que lo hizo la envió justo frente a mí, entonces pude ver su rostro. No era más que una niña.
Mi cuerpo cambió junto con mi alma. No recuerdo con exactitud qué fue lo que paso después de eso, pero puedo asegurar que ríos de sangre se formaron y yo intenté salvar a mi madre y hermana. Corrí entre las casas en llamas con espada en mano a enfrentar aquel demonio, a quien me negué a reconocer como mi hermano, no era más que una criatura vacía, alejada de la mano de Dios.
Mis intentos fueron en vano, lo único que había conseguido era enfurecer al demonio con forma de hombre, mismo que en venganza no solo había matado a mi familia restante, sino también a mi amada December. Dicen que el mayor número de los males que sufre el hombre proviene del hombre mismo, pero en esta ocasión estaba seguro que no era así y que se trataba de alguna clase de maldición que había caído sobre nuestro pueblo.
No pasó mucho tiempo antes de que el demonio me atrapara, fui incapaz de hacer frente a ese ser inmortal. Con el corazón roto y con la seguridad de que mi muerte se acercaba, me estremecí ante el susurro que en medio de mi agonía había escuchado con frivolidad:
–He aquí la agonía eterna. Muere y vive sabiendo que no pudiste salvar a quienes amabas, que eras demasiado débil para enfrentar la grandeza. Muere y luego despierta sabiendo que no volverás a encontrar descanso alguno. Vive con la agonía más grande, esa que solo acecha en nuestra propia mente y que nos consume lenta y dolorosamente hasta pudrir el corazón.
Esa noche, mis seres amados murieron junto con mi humanidad. Fue ahí cuando comenzó mi condena: La inmortalidad.
FIN
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Eterna Vida Mía
Short StoryLa historia que les contaré no es muy agradable; y no pretendo contar mis memorias para que se divulguen como prueba de lo sobrenatural, sino como un intento de deshacerme de estos recuerdos que me atormentan noche y día. Corría la década de 13...