Dios, el avión acaba de despegar y ya hecho de menos mi casa. Hacía ya varias semanas de la llegada del correo y de la llamada a mi tía y yo ya me había puesto en contacto con mi primo. Habíamos estado whatsapeando, y me había pasado la dirección de su casa, entonces, en cuanto llegara a Barcelona, iría a casa de mis tíos a comer. Estaba nerviosa. Muy nerviosa. No sabía qué pasaría. Yo sabía como eran mis primos porque, a causa de que se hicieron famosos, les vi crecer por redes, pero ellos a mi no.
Deja de pensar en eso, pesada.
Tienes razón, lo intentaré.
Miré a mi alrededor. Ir en primera clase no estaba nada mal. De hecho, estaba demasiado bien. Me sentía rica. Los asientos eran grandes y bastante cómodos (dentro de lo que cabe) y había tablets para ver pelis. Como era un viaje muy corto, preferí no poner ninguna porque no me iba a dar tiempo a terminarla, y no quería quedarme con la intriga. El vuelo duraba una hora y veinte minutos, y se me pasaron bastante rápido. Desembarcamos, recogí mi maleta y me dirigí a la salida. Tenía que llegar de alguna manera hasta la casa de mis tíos, pero no sabía si coger un bus, el metro, un taxi, un uber... Me decidí por el uber. Esperando a que llegara, me puse a pensar en por qué mis tíos me habían ofrecido ir a su casa a comer, pero no a venir a buscarme. Busqué respuestas en mi mente, y como no encontré ninguna lógica, me intenté autoconvencer de que sería porque si algún papparazzi les veía recogiendo a una chica cualquiera como era yo, probablemente montarían una polémica de esas que salen en Telecinco y eso a mi primo no le vendría bien. Antes de que me diera tiempo a pensar otra excusa, un coche me pitó, y supuse que sería el uber. Coloqué mi maleta en el maletero y me subí en la parte de atrás. Le enseñé la dirección al conductor, él asintió y arrancó el coche.
La verdad es, que odio los ubers. Y los taxis. Y los autobuses. Y el metro. Odio el transporte público, pero aún no me he decidido a sacarme el carnet, asique no me quejo muy a menudo por que siempre me contraatacan con eso. Pero los odio, me parece que en todo el mundo no hay momento más incómodo que ir en un coche con alguien que no conoces de nada, respirando el mismo aire.
Pero da igual, volvamos a la realidad. Yo seguía en ese uber con ese señor, mirando por la ventana. Me extrañé mucho cuando, por fin, en un cartel de esos azules vi que ponía "Barcelona" y señalaba a una carretera casi perpendicular a la que estábamos nosotros, el conductor no giró y siguió por la misma carretera. No dije nada, por que uno, yo no tenía ni idea de como iban las carreteras de Barcelona, y dos, soy muy vergonzosa para quejarme a gente que no conozco. De repente, a lo lejos, comencé a ver unas casas. Supuse que serían urbanizaciones, y realmente estaban bien escondidas. Salimos de la autovía y nos metimos a una carretera mucho más relajada y sin tráfico. Giramos varias manzanas y de repente, unas grandes verjas se interponían en nuestro camino. El conductor, sin decir nada, bajó la ventanilla, sacó el brazo y picó a dos botones. Las puertas se abrieron, dándome vista a unas grandes casas. Supuse que sería una de las urbanizaciones que había visto desde la autovía. El conductor subió la ventanilla y arrancó el coche de nuevo, entrando a las calles de esa enorme urbanización, que en realidad, parecía un pueblo. Pasaron unos minutos y el conductor seguía dando vueltas por las calles, hasta que vi la casa de la que mi primo me había mandado foto y se la señalé al conductor. Él paró enfrente de la casa y yo me bajé, saqué la maleta y le pagué. En cuanto el trámite estuvo hecho, dio media vuelta y se marchó. Me alegré y todo, no me había dado buenas vibras.
Respiré hondo y llamé al timbre. Por si os lo preguntabais, sí, las casas de los famosos tienen timbre. No sabía que esperarme, pero ya de estar ahí, a por todas... ¿no?
Escuché como se abría una puerta. No la típica puerta de madera española, fue más bien la típica puerta corredera de cristal. Unos pasos de unas chanclas se acercaban cada vez más a la puerta que me impedía la vista a la casa. No sabía si sería mi tía, mi tío o alguno de mis primos, no reconocí los pasos.
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Una canaria por Barcelona
RomanceAriana López, se muda a Barcelona para trabajar, lo que ella no sabe es que su vida va a dar un giro de 360° al reencontrarse con su primo y conocer a mucha gente nueva