Lo peor que le puede pasar a un hombre coreano, nacido y criado en la tierra del kimchi, es convivir en un equipo europeo junto a, no uno, sino tres argentinos con sus particulares personalidades.
Pero en especial, dos de ellos.
Los choques culturales estuvieron a la orden del día desde el momento cero, especialmente con Romero. Su personalidad puede resultar enigmática para la mayoría de la gente, especialmente de la manera en que se desenvuelve en la cancha como defensa. Por un lado, es amable, un poco tímido y retraído, pero en ciertas oportunidades, una máquina de alegría y festejo cuando logran un objetivo conjunto. Son aprovechó esas diferencias al máximo para enriquecerse de una cultura diametralmente opuesta a la suya, desde el saludo con un beso en la mejilla hasta tomar una bebida caliente de hierbas succionando un tubo metálico el cual todos babeaban.
Pero sobrevivió.
La tarde se presenta como siempre, nublada y húmeda para entrenar. El Tottenham sigue los ejercicios de velocidad a la que su entrenador los somete día a día hasta que se dividen en dos equipos. Gio Lo Celso queda junto a Heung Min, lo cual es provechoso porque los amigos se llevan muy bien y tienen buena conexión en el manejo de la pelota. Postecoglou observa a los grupos chequeando el tiempo con su cronómetro, hasta que advierte a un jugador en particular no está haciendo nada.
—¿Está linda la vista, Romero? ¡Es para hoy, no para mañana! —exclama el entrenador.
El defensor de veinticinco años se sobresalta y asiente, volviendo a patear la pelota junto a sus otros diez compañeros. Sus amigos se miran entre ellos, compinches, pero evitando mencionar una sola palabra sobre la situación. Tenerlo a Cuti parado como estatua mirando abiertamente a Sonny y a su compatriota con un gesto adusto, es demasiado divertido como para interrumpirlo. Pero lamentablemente, el DT tuvo que cortar el momento porque, al fin de cuentas, para algo les pagan.
Cada grupo tiene que hacer un pase al compañero, formados en una ronda mientras caminan y el último debe meter la pelota en un gran cesto al final de la cancha. Cuando los pases le tocan a Romero, éste se distrae y el uruguayo Bentancur es quien lo caga a puteadas para que preste atención. Fuese otro el ámbito, le respondería con un par de gentilezas propias de las sierras cordobesas, pero eso generaría más discordia entre los jugadores de los países limítrofes. Al fin, el ejercicio culmina con la victoria del otro equipo y se resume en un partido final. Todo iría normal, excepto por el pequeño detalle que el morocho tiene algunos asuntos digamos, peculiares.
Cuestiones que debería tratar con un psicólogo, como su manager le sugirió. Pero obviamente, dicha opinión se la pasó por el lado de su cuerpo en donde no le pega el sol.
La primera víctima de sus famosas barridas es Gio, como era de esperar. Nada suave, por supuesto, pero ya están acostumbrados a la tosquedad de Cuti. Lo importante de recalcar es que esto es un partido amistoso entre compañeros y no una final del mundo como la que jugó en Qatar en el veintidós. Pero eso es algo que sinceramente, Cuti no registra y a esta altura, será muy difícil que lo haga con un DT como Scaloni, para quien los amistosos no existen. Para empeorar la situación, el objetivo migra del rosarino al objeto de su interés y es así como los ataques comienzan a efectuarse contra Sonny.
—¡Cuti, pelotudo! —vocifera el asiático con un fuerte acento en su español aprendido a los ponchazos.
—¡Y si te me metés en el camino! ¿Qué querés que haga? —responde el cordobés, limpiándose la nariz con los dedos.
—Romero, tranquilo. Es una práctica nomás. —observa el DT, gesticulando con una mano.
El argentino asiente dos veces y se pone las manos en la cintura antes de mirar de reojo a Lo Celso, quien se acerca al coreano para preguntarle si está bien. La mandíbula de Cuti se tensa. Para forzar la atención en otro lado, se agacha para acomodarse los botines, cuestión innecesaria porque están perfectos. Pero es eso, o hacer cinco pasos y partirle la cara al otro argentino. Y lo peor de todo es que no sabrá cómo justificar el hecho porque la pelota no está en juego ni tampoco sucedió nada que amerite tal acción.
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Chagiya (CutiSon)
أدب الهواةEl haber nacido en dos países diametralmente opuestos parece ser el justificativo de Cuti para barrer a todo aquel que se interponga entre Sonny y él. El fuego arde cuando se lo atiza, pero con el agua, siempre llega la calma.