Capítulo 4.

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En internet había mucha información inútil, pero por suerte para él, también la que necesitaba. Con los ojos hinchados de tanto leer en la penumbra, Will se dio a la tarea de recopilar toda la información posible sobre el mito de los hombres vírgenes que se convertían en magos. Aunque no sabía por qué le seguía diciendo mito cuando era obvio que se trataba de una realidad, como bien había constatado desde hacía un tiempo.

En diversos blogs y páginas de interés por mitos y leyendas urbanas supo todo lo que se decía al respecto de su desdichada condición. Los hombres de treinta años que todavía fueran vírgenes se convertirían en magos, y si seguían siéndolo a los cuarenta se convertirían en sabios. De a partir de allí la condición era irreversible, y por más que el afectado mantuviera relaciones sexuales nunca perdería sus poderes por mucho que quisiera. Se puso pálido ante la sola idea de tener que leer las mentes ajenas a la fuerza por el resto de su vida, pero enseguida recapacitó y se dijo que no tenía por qué resignarse a ese destino maldito. No es como si fuera a seguir virgen para los cuarenta, ¿verdad? No, aquello no sucedería, aunque tuviera que pagarle a un trabajador sexual para que lo atendiera. 

Claro que… teniendo un pretendiente tan a la mano dispuesto a hacerlo con él, no tenía motivos para gastar dinero en un trabajador sexual. Su psiquiatra haría el mismo trabajo gratis, estaba seguro, y además le pondría más ganas.

"¡No, no, no! ¿En qué diablos estoy pensando, por favor? El doctor Lecter es mi psiquiatra… no puedo estar pensando en serio en acostarme con él!" pensó de repente escandalizado consigo mismo, procurando alejar esos pensamientos de sí pero sin lograrlo del todo. Llevaba mucho tiempo de conocerlo y nunca lo había visto como hombre, ni lo estaría haciendo ahora de no ser porque le había leído el pensamiento y descubierto que estaba enamorado de él. Un descubrimiento horrible, se dijo en medio de un suspiro frustrado. Con ese conocimiento encima no podría seguir atendiéndose con él y eso le molestaba, porque necesitaba la terapia y Hannibal era un buen terapeuta, pero no había modo en que pudiera confiarle sus secretos de nuevo sabiendo lo que sabía. Siguió pensando en ello día y noche, molesto, nervioso, pero sobre todo confundido por la cantidad de información que estaba descubriendo día a día gracias a sus habilidades.

Se enteró, por ejemplo, que sus compañeros de la oficina Jimmy y Brian tenían un amorío secreto. Lo descubrió sin querer una mañana al subirse al ascensor con ellos y otras tres personas, por lo que quedó tan pegado a Brian que lo oyó pensar sobre lo sexy que era Jimmy usando esa camisa. Descubrió también que su jefe inmediato, Chilton, guardaba pornografía en su despacho y por eso le había prohibido el paso a cualquiera a menos que estuviera él presente, y supo con una mueca de asco que su vecino de al lado le miraba las nalgas cada vez que se cruzaban en algún pasillo del edificio. Esos y muchos otros secretos ajenos fueron desfilando por su pobre cerebro a lo largo de los días, orillándolo a la desesperación y obligándolo a pensar en serio en una solución. No podía seguir siendo virgen, no si eso conllevaba poderes tan molestos y problemáticos. 

"Tendré que armarme de valor", pensó, tragando saliva. "Prefiero pasar vergüenza una vez y cambiar de psiquiatra a seguir viviendo así".

Una vez que hubo asimilado esa idea, entró con un poco más de firmeza al consultorio de Hannibal. Sí, le resultaba retorcido pensar siquiera en entregarse a un hombre del cual no estaba enamorado, pero no había ninguna otra solución factible a mano. Después de consumado el hecho podría volver a su vida normal, así que debía pensar en eso cuando flaqueara. Su vida de antes, aburrida pero al menos segura. Sin pensamientos ajenos sobrecargando un cerebro que ya de por sí era frágil.

"Una sola vez, Will, una sola vez bastará para perder tus poderes. Luego podrás dejar atrás al doctor Lecter y a toda esta pesadilla".

En ningún momento se planteó que pudiera llegar a salir con Hannibal. Ni mucho menos que Hannibal, ya probado el dulce de sus sueños, no le permitiría desaparecer tan fácil.

Hannibal x Cherry MagicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora