1. Entre muros y promesas

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La ciudad en la que nací estaba dividida en dos clases, como dos mundos que nunca debían mezclarse: los ricos, que vivían en la seguridad de los muros que protegían la ciudad, y los pobres, que sobrevivían en las calles que rodeaban esa fortaleza. Yo pertenecía a la primera categoría, a esa élite a la que le estaba destinada una vida de privilegios y comodidades. Pero a pesar de todo, mi vida estaba lejos de ser perfecta.

A los once años, yo era la menor de tres hermanos. Dos hermanos mayores, que siempre parecían estar discutiendo sobre asuntos familiares, y yo, Maty, la pequeña que prefería explorar los rincones de la ciudad que se quedaban en casa. Una de las cosas que me hacía más feliz en el mundo era mi amistad con Eren, un chico que asistía a la misma escuela que yo. Lo curioso de nuestra amistad era que Eren no provenía de una familia adinerada como la mía, sino que había obtenido una beca para asistir a nuestra escuela gracias a su padre, un médico que había hecho mucho por la ciudad. Fue a través de Eren que me di cuenta de que las diferencias de clase no deberían definir nuestra amistad.

Armin era otro de mis amigos cercanos, alguien que siempre estaba dispuesto a explorar la ciudad con nosotros y que compartía nuestra curiosidad por lo desconocido. Pero había alguien que no podía llamar amiga, Mikasa. No sabía mucho sobre su pasado, pero Mikasa parecía distante y enigmática. No era alguien con quien compartiera secretos o risas, pero al menos, no nos considerábamos enemigas.

A pesar de todas las complejidades de nuestra amistad, Eren, Armin y yo habíamos formado un lazo inquebrantable, algo que me daba fuerzas para afrontar lo que estaba por venir. Pero aún no estaba preparada para el día en que mi vida cambiaría para siempre.

Esa tarde, antes del ataque de los dos titanes que lo cambiaría todo, estaba en casa. Mi padre, un hombre que había hecho una fortuna como comerciante, insistía en que mi futuro estaba sellado por un compromiso con un hombre mayor y adinerado, un desconocido que apenas había visto en mi vida. Cuando intentó protestar, su voz se volvió un látigo lleno de veneno.

—¡Deja de comportarte como una niña caprichosa, Maty! Debes cumplir con tu deber y casarte con él. Nuestra posición lo exige.

Las palabras de mi padre eran como cuchillos afilados que cortaban hasta el alma. No podía evitar que las lágrimas floraran en mis ojos.

—Pero papá, apenas lo conozco. No puedo casarme con él.

Mi padre se acercó con una mirada fría y dominante, sus palabras llenas de autoridad.

—No necesitas conocerlo. Tu madre y yo hemos decidido que es lo mejor para ti. Tu compromiso está sellado.

El miedo me paralizó, y su mano se alzó en un gesto de amenaza. Me golpeó, me insultó y me humilló, y yo solo pude encogerme en un rincón, incapaz de defenderme. El dolor físico era menos insoportable que el dolor emocional que sentía en ese momento.

Fue entonces cuando Eren apareció en mi vida como un rayo de esperanza. Entró en mi casa, en mi infierno, y me rescató de un destino que me aterraba. Sin palabras, me sacó de allí, lejos de las manos de mi padre, que gritaba maldiciones detrás de nosotros.

Salimos a la calle, y la vida se desmoronó ante nuestros ojos. Los titanes, monstruos gigantes que solo existían en historias de pesadilla, ahora eran una realidad aterradora. Uno de esos titanes, el Colosal, se alzó sobre los muros que protegían la ciudad. El otro, el Acorazado, se unió a la pesadilla.

El caos reinó en las calles, y mientras corríamos para salvar nuestras vidas, vi aterrada cómo la madre de Eren sufría un destino cruel a manos de uno de los titanes. La imagen se grabó en mi mente como una herida que nunca sanaría.

Pero no había tiempo para lamentaciones. Eren y yo, ahora hermanos por elección, huíamos juntos. Nuestro objetivo era alcanzar el barco que se encontraba en el puerto, la única vía de escape de la ciudad sitiada.

Llegamos al puerto, donde la desesperación se apoderaba de la multitud que luchaba por un lugar en el barco. Pero el destino tenía un giro más que inesperado: a Eren no le permitieron subir. Los guardianes rechazaron su entrada debido a su ropa humilde.

—¡No puedo dejarte atrás, Maty! —exclamó Eren, su voz llena de desesperación.

La impotencia inundó mis sentidos mientras veía a Eren alejarse, separados por una barrera que ni siquiera la amistad podía romper. Pero algo en mí se negoció a dejarlo solo en medio de ese caos.

Sin pensarlo dos veces, me adentré en una casa cercana. Desesperada por una nueva identidad, encontré la ropa de una niña y la arrebaté sin mirar atrás. En ese momento, dejé de ser Maty, la niña de los ricos, y me convertí en una desconocida que escapaba de la pesadilla de los titanes.

Volví al puerto con mi nuevo aspecto y me reuní con Eren. Lo miré, temblando de miedo, pero decidió no dejarlo solo en esta pesadilla.

—¡Mira, Maty, estamos juntos de nuevo! —exclamó Eren al verme.

Con esta nueva apariencia, logramos engañar a los guardianes y subir al barco de tercera clase.

Al llegar al refugio, un guardia nos interrogó, mientras Eren y yo intercambiábamos miradas de complicidad. Él, sin titubear, volvió a mentir.

—Mi nombre es Maty Yeager. Somos mellizos.

Nuestro engaño estaba completo. Nadie debía conocer la verdad detrás de esa mentira. Juntos, luchábamos por nuestras vidas en un mundo devastado por los titanes, y la historia recién comenzaba. Nuestro destino era incierto, pero estábamos dispuestos a enfrentarlo juntos, como siempre.

Doble juego- Levi Ackermann por lectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora