13 pasado

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                                                                                  Hace 8 años.


Maty despertó sintiendo el cálido abrazo del sol en su rostro. Sus ojos aún soñolientos se ajustaron a la luz que se filtraba por las cortinas. Rosa, la criada, ya estaba allí, como cada mañana. La presencia de la mujer irritaba a Maty, una constante recordatoria de su estatus y las absurdas reglas sociales.

— Buenos días, señorita Maty —dijo Rosa con una sonrisa artificial mientras abría las cortinas.

Maty apenas respondió con un asentimiento, evitando el contacto visual. Se levantó de la cama y dejó que Rosa la envolviera con el uniforme escolar. Aunque sabía perfectamente cómo vestirse, su madre insistía en mantener a la criada a su servicio, como si fuera incapaz de valerse por sí misma.

Rosa la ayudó a ponerse la falda y acomodar la blusa, tratándola como si fuera una muñeca de porcelana frágil. Maty apretó los dientes, reprimiendo la molestia que burbujeaba en su interior.

— Puedo hacerlo sola, ¿sabes? —murmuró Maty con voz apenas audible.

Rosa suspiró, pero optó por el silencio. Maty observó la mirada de desaprobación y resignación en los ojos de la criada, compartiendo su incomodidad. Terminaron de arreglarla y Rosa se retiró discretamente hacia la puerta, dejando espacio para que Maty se dirigiera al baño.

Frente al espejo, Maty se miró a sí misma. Cabello oscuro, ojos profundos, pero también frustración evidente. Se preguntaba cuándo podría vestirse y prepararse sin intervenciones innecesarias. La puerta se cerró tras ella mientras salía del baño, y allí estaba Rosa, esperándola con una expresión resignada.

Juntas bajaron las escaleras en silencio. Maty anhelaba el día en que las expectativas sociales le permitieran decidir sobre su propia vida.

Maty se sentó a desayunar en la imponente mesa del comedor, sintiendo la presión en el aire como si las paredes mismas de la mansión la observaran. A pesar de la opulencia que la rodeaba, la casa no era un hogar reconfortante..

La sala de estar, adornada con muebles lujosos pero fríos, Las alfombras mullidas bajo sus pies apenas lograban amortiguar el eco de sus pasos, como si la casa misma quisiera recordarle su lugar.

El temor se apoderó de Maty mientras mordisqueaba su tostada, sabiendo que su padre y hermano se movían en las sombras de la mansión. La figura paterna, imponente y austera, generaba un miedo palpable. A su lado, el hermano mayor, envuelto en una capa de misterio y rigidez, hacía que Maty temiera cada interacción.

La mesa del desayuno, a pesar de estar cubierta con fina porcelana y plateado, se sentía como un campo de batalla emocional. Cada mirada de su padre, cada palabra de su hermano, era como una afilada cuchilla que cortaba a través de su aparente calma.

Mientras saboreaba el café, Maty recordó la cruda realidad del mundo exterior. Aunque las murallas de su mansión la protegían de las amenazas físicas, no podían hacer nada contra las tensiones y expectativas que la oprimían desde adentro.


 Fue a clase y Maty entró al aula con la cabeza gacha, tratando de pasar desapercibida entre la multitud de estudiantes que charlaban animadamente. Tomó asiento en una esquina, notando cómo los lugares a su alrededor permanecían vacíos como si estuvieran reservados exclusivamente para su soledad.

El murmullo de la clase se desvaneció a medida que se acercaba la hora de inicio. Maty observó con desinterés mientras sus compañeros se acomodaban en sus asientos, compartían risas y secretos, formando grupos que parecían cerrarse ante su presencia.

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⏰ Última actualización: Nov 15, 2023 ⏰

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Doble juego- Levi Ackermann por lectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora