Nunca pensé que algo así pudiera pasarme a mí. Siempre me consideré una chica prudente, que tomaba las precauciones necesarias. Pero esa noche, todo cambió.
Eran casi las diez cuando salí del trabajo. El centro comercial estaba casi vacío a esa hora, solo quedaban los empleados cerrando las tiendas. Caminé rápidamente hacia mi auto, con la sensación de que alguien me observaba. El tenue eco de un chirrido lejano resonaba, creando una atmósfera inquietante. Las sombras de las farolas parecían moverse como entidades vivas. Sacudí la cabeza, pensando que eran solo ideas mías, pero la sensación persistía.
Al llegar a mi auto, busqué las llaves en mi bolso. De repente, escuché pasos detrás de mí. Me di la vuelta rápidamente, con el corazón acelerado. No había nadie a la vista. Solté una risita nerviosa. Definitivamente estaba imaginando cosas. Abrí la puerta del auto y me senté frente al volante. Antes de arrancar, chequeé los espejos. Fue entonces cuando lo vi.
Una sombra negra merodeaba entre los autos estacionados. Me quedé inmóvil, observándola. Parecía alto y fornido. Lentamente, se acercó a un auto cercano y se escondió detrás. Contuve la respiración. ¿Me estaba siguiendo? Rápidamente cerré la puerta y arranqué el motor. Con el corazón latiendo a mil, salí del estacionamiento lo más veloz que pude.
Manejé nerviosamente por las calles, el zumbido lejano de una farola parecía una sinfonía ominosa. No lograba ver si alguien me seguía en la oscuridad. Traté de calmarme. Probablemente estaba exagerando. Era una noche cualquiera y yo estaba dejando que mi imaginación se descontrolara.
Después de manejar unos 15 minutos, por fin llegué a mi casa. Vivía en una zona de casas bajas, bastante tranquila. Aparqué en la entrada y apagué las luces. Todo estaba oscuro y en silencio. Busqué las llaves en mi bolso cuando, de repente, un viento frío hizo que se erizara mi piel. El chirrido lejano ahora se mezclaba con el silbido del viento. Escuché pasos del otro lado y luego nada. ¿Se había ido?
Prendí las luces, pero no me atreví a mirar por la ventana. Fui hasta la cocina y tomé un cuchillo grande con manos temblorosas. No podía quedarme ahí sin hacer nada. Marqué el 911, pero me dijeron que mandarían una patrulla recién dentro de media hora. Colgué frustrada, no podía depender de ellos. ¿Y si esa cosa entraba antes? Decidí enfrentar mis miedos.
Armándome de valor, caminé hasta la puerta y miré por la ventana. No había nadie. Quizás solo había sido mi imaginación después de todo. Dejé el cuchillo en la mesada y me serví un vaso de agua para tratar de calmarme. Fui hasta mi habitación y me senté en la cama. Había sido una noche extraña, pero ya todo había pasado. Necesitaba dormir.
Mi teléfono vibró en mi mano, rompiendo el silencio opresivo de la casa. Miré la pantalla iluminada con temor, y una voz distorsionada, lúgubre, salió del altavoz:
"Te veo"
El escalofrío recorrió mi espalda. La atmósfera se volvió aún más tensa. El sudor frío se acumuló en mi frente mientras sostenía el teléfono. El silencio que siguió a la pregunta solo se rompió por mi propia respiración nerviosa.
Cerré los ojos por unos instantes cuando sentí algo. Una brisa fría. Los abrí de golpe. La ventana de mi cuarto estaba abierta de par en par. Me paralicé, el corazón se me detuvo. Lentamente miré hacia la puerta. Allí estaba de nuevo esa sombra con máscara blanca, con un cuchillo en la mano. Grité con todas mis fuerzas mientras yo corría y el decía a lo lejos:
"¿Cuál es tu película de terror favorita?"