𝔒𝔫𝔢

843 65 19
                                    

.
.
.
.

Corría en medio de la noche, estaba preso del pánico, jamás se había sentido tan asustado como en este momento donde sabía que si se detenía su vida tendría un final en ese instante.

Las calles eran interminables, completamente desoladas y sin algun alma a la que pudiera pedir ayuda, nadie que estuviese lo suficientemente loco como para enfrentarse a ellos, nadie con la locura suficiente para poner fin a su sufrimiento, hasta que se cruzó en el camino de el, el único demente que no le temia a ninguno de ellos.

Salia del bar, como cada anoche los últimos tres años.
Trabajaba allí como mesero, aún sabiendo los peligros que traía la noche al pequeño pueblo de Schiltach en Alemania.
Un lugar rural, con construcciónes antiguas y gente tranquila que lo había recibido hace ya unos años cuando emprendió rumbo de su país natal, Corea.

Los habitantes le habían advertido por mucho tiempo que la noche de Schiltach traía consigo a los demonios sedientos, así era como los llamaban.

Los forasteros sedientos de sangre que no tenían piedad de alguno de ellos si se encontraba solo y a su Merced durante la noche, cuando el silencio se hacía presente y la calma parecía casi irrompible.

Habían unos pocos, un grupo de aquellos con los que se firmó un acuerdo.
Ellos querían vivir pacíficamente allí y habían prometido no cazar al menos en la zona y no atacar  a ningún habitante del pueblo, a cambio podían vivir tranquilamente y no serían juzgados como los otros, como aquellos que ahora mismo perseguían a ese chico que estaba corriendo, mientras buscaba un lugar para ocultarse.

Se acercó sin miedo poniéndose en frente del muchacho y dejando que este se ocultara tras su espalda mientras el les daba una mirada desafiante a los otros.

—Dejenlo ir —demandó, pero el pequeño chico ya había desaparecido dejandolo a el en su lugar como la cena de los forasteros— maldito mal agradecido—reclamó—

Los vampiros lo observaban con hambre, con sed, sabían que su cena había cambiado y era el quién tenía la desdicha en este momento.

—¡Ay no! Porfavor señor vampiro no me coma —dijo juntando sus manos, para luego girarse y comenzar a correr, era riesgoso que todo ocurriera allí, podría perder el empleo, era lo único en lo que pensaba—

Un giro en uno de los callejones lo hizo chocar de frente con un cuerpo a simple vista más grande que el de el.

Frío, muy frío.

Lo pudo advertir cuando esté lo sotuvo de una de sus manos antes de que cayera al piso.

Al levantar su rostro lo vio.

Ojos rojos y piel pálida, tal como lo relataban en las leyendas que su padre leia, tal como los que lo perseguian, tal como habia visto tantas veces cuando aún era un pequeño niño, uno que en ese tiempo se sentía facinado por estos seres, por la imagen tan pulcra que había moldeado su padre, haciendo que la imagen que tenía de ellos fuese la de unos dioses, criaturas que habian Sido lastimadas por los humanos y que solo buscaban un lugar donde vivir su eternidad en paz.
El odio que se formó hacia su padre vino a los años después cuando creció y comprendió que todas aquellas palabras eran una mentira, una muy bien planeada e ideada por su progenitor, quien parecía mentir a la perfeccion para con seguir lo que quería.

Aún que este sin duda alguna era el más hermoso que había visto jamás.

—Estoy dentro del tratado —dijo sin más el vampiro—

Se aseguraba de dejar claro que era uno de los que habían jurado cuidar al pueblo, de los que algunos pensaban que había un pequeño intento de alma, uno que era más que suficiente para mantenerlos a salvo.

El Poder De Tu Sangre ( Two Shot)             Finalizada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora