New York, 7 de noviembre de 1987
Era un día de escuela normal. Henry Walker era un estudiante común y corriente, aplicado en su universidad. Henry era sociable, hablantín y sonriente. Pero su punto débil era el pensar en fantasmas.
Hubo un día en el que Henry empezó a comportarse de una manera extraña. Ya no rendía como siempre en sus estudios, ya no comía como siempre, y empezó a aislarse. Su mejor amiga, Karla Gómez, trató de sacarle la verdad a Henry, fuera como fuera.
- Henry, te he visto algo extraño en éstos días, me he llenado de angustia al no saber qué te pasa -, le dijo Karla a Henry. Él la vio fijamente a esos ojos verdes, que Karla tenía.
- Bien, te diré lo que me pasa -, le dijo Henry, con un toque de miedo en su voz.
Entonces, Henry le dijo a Karla que no podía dormir por la noche, ya que sentía como si lo observaran, veía a menudo un par de puntos blancos brillantes, moviéndose en la habitación, y oía unos susurros cerca de su oído y una respiración agitada cerca de su nuca. Karla se afligió por él, aunque no sabía el por qué del problema de Henry. Además, ella lo quería mucho.
Nota: Karla siente una atracción por Henry. Digamos que Henry le gusta a ella... Y Henry también siente algo por Karla. Sabor xD!! Okno
12 de noviembre de 1987, 6:30 p.m.
Henry volvía a su casa por medio del subterráneo, que tomó en la Estación Gran Central. A esa hora, los subterráneos iban con al menos 15 pasajeros, 8 veces menos que en otras horas. Henry iba tranquilamente, escuchando música electrónica, pero sentía una extraña presencia, como si hubiera alguien sentado a su lado. Mas no había nadie más que él en su asiento.
7:15 p.m.
Henry se bajó del subterráneo, y tomó un autobús, ya que aún tenía que viajar 15 minutos más. Cuando se subió, el autobús iba más lleno de lo que pensaba. Tomó asiento y se puso sus audífonos. De pronto, el aire se puso pesado, y sintió como si alguien estuviera a su lado. Se dio la vuelta, y lo que vio le dio un escalofrío...
Allí, a su lado, una chica fantasma, sentada en el otro asiento. Henry la vio, con incerteza, curiosidad y miedo. Esa sombra podía paralizar a cualquiera con sólo verla a los ojos.
Esos ojos, que no eran nada más que las cuencas, negras y vacías, iluminadas por pequeños destellos blancos. Henry empezó a sudar, pero al mismo tiempo, notó algo familiar en la sombra.- No sé si estoy alucinando o en realidad la estoy viendo... Cara a cara... Aunque no como yo lo deseaba... -, pensaba Henry.