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Narrador (a):
Las chicas iban caminando, recordando entre risas lo que les avía sucedido. Rato después Ingrid se da cuenta de que han caminado mucho.

—. Oye claro de Luna, no crees que emos caminado mucho?— dice algo preocupada.

—. Si Ingrid. Creo que emos caminado mucho y no veo la vereda para ir al castillo.—

Narra Claro de Luna;
Ya llevaba rato caminando con mi hermana por el bosque, tanto así que se hizo de noche. —. Ay hermana y ahora?—

—. No sé claro de Luna. —. Vi que mi hermanada estaba al borde de las lágrimas.

—. No llores Ingrid, llegaremos bien al castillo—. Dije tratando de tranquilizarla.

Rato después, mi hermana y yo nos sentamos en una rama grande que se avía caído de un albor. Avía pasado mucho tiempo, sino me equivoco era al rededor de las 11 de la noche. Vi que mi hermana se estaba durmiendo.

Por otro lado en el castillo

—. Tranquila señora, encontraremos a las princesas sanas y salvas.— dice el mayor domo tratando de tranquilizar a la Reyna.

—. No Dior, cómo quieres que me carme cuando mis hijas están desaparecidas desde la mañana? Acaso sabes donde están?  Nooo, verdad?.— lo mira desesperada y Dior no responde nada. —. Eso lo sabía, te pido amablemente y no opines.— sale en busca de su esposo.

—. Elisabeth donde está mi esposo?—

—. No lo tengo claro señora, salió desde la tarde y no ah regresado.—

—. ¿El no está enterado de que Ingrid y claro de Luna no han aparecido?—

—. Creo que no, mi Señora.— dijo con la cabeza agachada.

—. Donde estará Edgar?— se dice así misma. —. Bueno Gracias Elisabeth, por favor dile a Dior que por hoy no lo necesitaré.— se retira.

Narra la Reyna;
—. Yo misma averiguaré que es lo que escondes Edgar.— habló  segura y decidida saber que esta haciendo mi esposo.

Le avía preguntado a todos en él castillo, en ese transcurso ya era la media noche, estaba súper preocupadas por mis hijas cuando de repente escucho a dos personas hablando.

—. Se ah dado cuenta de algo?—

—. No señor, pero si hay alguien que está sospechando o quizás ya sabe.— dice sumisa.

—. ¿QUIEN?— preguntó Edgar.

—. Su hija Claro de Luna, señor.—

—. Mi hija? Ja! Ya me estaba asustando, eso déjalo en mis manos.— dice decidido. —. Y hablando de mi hija, donde se encuentran ella y Ingrid? Están acostadas.— pregunto curioso.

—. No señor.... Las niñas están desaparecidas desde esta mañana.—

—. ¡¿Que?! Mis hijas?!.— dice desesperado.

Narra la Reyna;
—. Algo me ocultas Edgar y yo lo sabré.— salgo de donde estaba escondida y dice;— Si Edgar, las niñas no aparecen desde esta mañana y ya me estoy preocupando demasiado.

—. Alice Amor! Desde hace cuanto estás ahí?.— noté que en ese momento mi esposo dejó su preocupación a un lado y se asustó al verme.

—. Hace unos segundos, te oí hablar y preguntar por las niñas.—

—. A-ah sisisi, Elisabeth me contó que no aparecen desde esta mañana.—

—. Hablas con mucha seguridad, ni se te nota preocupado.— le dije seria.

—. Ay mi vida de seguro están en al castillos de los Torre Negros.— dijo mas tranquilo y abrazándome.

—. No están ahí, por que de ser así me avían avisado.— me contuve mi enojo, me safe de tu abrazo y me marché a mi habitación.

Con las chicas:

Ingrid ya se avía dormido y claro de Luna seguía despierta, modo defensor. Aunque el bosque era muy lindo, de noche lo dejaba de ser, y ella sabía que allí se escondían especies extrañas.

Narra claro de Luna;
Estaba haciendo guardia mientas mi hermana me abrazaba dormida, pero ya no aguantaba más y también me dormí.

Al abrir mis ojos ya no estaba en el bosque, estaba en, una cama? Me levante de golpe y veo que estoy en una habitación muy lujosa y antigua, pero no avía estado ahí antes.  Y ahí recuerdo a mi hermana.

—. Ingrid! Hermana?— de repente entra una señora muy mayor y chiquita de un 1.62cm más o menos. —. Oiga señora, donde estoy?—

—. Eso ya lo sabrás niña.— me dijo en un tono muy grosero. —. Donde está mi hermana?— antes de que la Señora diga algo, a la habitación entro un hombre alto, pelo oscuro hasta los ojos pero echados hacia atrás, unos ojos tan oscuros te con tan solo mirarlos te llevaban al mismo infierno, y sus labios carmesí, tenía  aretes de cruz en las dos orejas, también tenía un tatuaje en la muñeca no pude notar de que trababa. Su vestimenta era; una camisa negra manga larga pero estaba remangada hasta los codos y los primeros 3 botones los tenía desabotonados, un pantalón fino negro, los zapatos de vestir negros también y un reloj plateado en la mano izquierda. Dios mío este hombre está buenísimo. Salí de mi trance al escuchar su voz tan grave.

—. Por fin conozco a la hija mayor de mi gran amigo Edgar.— vi que en sus labios se firmó una risa ladina.

El vampiro del día y la dulce noche. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora