Capítulo Dos

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   2.



15 de agosto de 1986




A April Moon no le gustaba calificarse de quisquilloso. Sin embargo, su tolerancia a ciertas cosas estaba muy por debajo de lo usual. Por ello, con frecuencia se le complicaba encontrar un lugar tranquilo para estudiar, porque siempre encontraba algo que lo incomodaba.

En la cafetería había demasiado ruido, pero la quietud de la biblioteca le resultaba abrumadora. En el auditorio no había un lugar adecuado para escribir y le dolía la espalda por estudiar en el piso. Las gradas estaban sucias, los escritorios de los salones eran muy pequeños y ni hablar de los murmullos en el baño, en fin, podría seguir por horas enumerando todo lo que representaba una molestia para él pero eso no cambiaba nada. 

Claro que ir a estudiar a su casa era una opción, pero siempre terminaba distrayéndose. Dada su situación escolar actual, no podía darse el lujo de hacerlo.

Pero hoy estaba de suerte, en esas épocas del año, el clima era tan bueno como para que estar en las mesas del exterior de la escuela fuera agradable para alguien que odia el calor, además, justo a esa hora de la tarde, la sombra de los árboles cubría todo el área haciéndolo el lugar ideal para pasar el rato.

April se había sentado en una de ellas para estudiar un poco disfrutando del silencio y la privacidad de ese lugar. Abrió su libro de economía y, tras leer los primeros párrafos del tema comenzó a agobiarse; aún cansado, sacó una hoja de su mochila para obligarse a comenzar su tarea, escribió un par de palabras, pero aún había algo que lo molestaba.

Agitó la cabeza. Tenía muchas ideas últimamente y no sabía cómo desarrollarlas. Vio la hoja en blanco y se mordió la lengua, este era el momento perfecto para tener un golpe de inspiración.

Entonces, borró el título de su hoja y comenzó de nuevo:


"Un ángel en el pueblo"

¿Parte 1?

"En algún lugar de la tierra, más allá de los valles conocidos y reclamados como propios por los hombres, los sobrevivientes de la guerra por el control de las costas vagaban heridos a merced de la naturaleza, en espera de su muerte.

Kenzie Kharis, el último en pie de la familia Kharis, cansado de ver morir a su gente, se aventuró solo a recorrer el mundo para encontrar un lugar en el que pudieran sanar.

Tras largas noches de desconcierto, finalmente dio con una cascada en la cual bañarse y estando ahí, descubrió que la caída de agua ocultaba una cueva que era la entrada a todo un prado, cuya hierba era tan verde que parecía brillar bajo el sol.

Era un lugar bendito, donde los dioses le dieron la oportunidad de salvar a su pueblo.

Así, niños y ancianos caminaron esperanzados hasta su nuevo hogar, y ocultos de cualquier peligro, proclamaron a esas llanuras como el reino de Kharis. Fueron décadas lo que tomó establecerse como pueblo. Y del último Kharis, surgió una familia cuyos dones eran venerados por todo el pueblo.

CUENTOS DE ABRIL EN AGOSTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora