Capítulo Cinco

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05.


3 de septiembre de 1986

Todo el mundo tiene secretos.

—¿A casa? ¿Nos están enviando a casa?

El motivo para ocultar algo con tanto recelo con frecuencia es el mismo: vergüenza.

La mañana del tres de septiembre los padres de Taylor habían salido de viaje. Antes de irse, lo dejaron junto a su hermano en la escuela. Llegaron tarde (como siempre), así que no estuvo presente cuando reunieron a todos los alumnos del programa especial en el gimnasio y les pidieron vaciar sus mochilas sobre el graderío.

Al entrar, Taylor pensó que se trataba de un simulacro, al ver el particular bordado en los uniformes de los policías que esperaban en la puerta mientras los profesores revisaban a sus compañeros supo que algo malo estaba pasando.

Su profesor de matemáticas lo revisó. A sus compañeros les confiscaron algunos cigarros. A Taylor, la navaja y el desarmador que siempre llevaba con él. Le preguntaron por la orilla quemada de uno de sus cuadernos, rápidamente explicó que una de sus prácticas de laboratorio había salido mal y que sus implementos de estudio se vieron afectados. Dada su reputación, el docente no dijo nada más.

Los hicieron esperar por media hora, entretanto, Taylor observó con curiosidad al director y al profesor que lo había revisado mientras hablaban con los policías. Pero no eran simples agentes. ¿Qué hacía narcóticos en la escuela un miércoles por la mañana? La respuesta era obvia, pero lo inquietante era: ¿quién?

—Jóvenes, pueden retirarse por hoy. Los veremos mañana —repitió el director, directo, sin explicar nada más.

Si le hubiesen dicho esas mismas palabras al grupo completo de último año, la reacción habría sido diferente. En su lugar, los chicos del programa especial se vieron confundidos entre sí por la suspensión de la práctica de laboratorio para la que varios habían esperado por semanas.

Pese a su desconcierto, al igual que el resto de su grupo, Taylor caminó hacia la salida. Aún en el pasillo, escuchó a la distancia que llamaban su nombre y se detuvo:

«Kim, espera. Los agentes tienen un par de preguntas para ti»

Por un momento, mientras Taylor caminaba de regreso hacia ellos se imaginó todos los escenarios posibles: tal vez lo habían visto husmear en la zona restringida del lago, aunque no había vuelto a acercarse, Sean no podría estar comprando droga porque no era fan de las cosas fuertes, como buen atleta solo se drogaba moral y legalmente con sus relajantes musculares o tabaco. Pero tenía más de dieciocho, no lo buscarían por eso, al menos no harían todo este show. De ser así, a quién debían estar buscando era a Antonio, porque vendía entre clases, pero su pequeño negocio no era lo suficiente evidente. Además, Taylor creía que ese chico era policía infiltrado, sus cejas eran raras.

Bueno, si fuera por temas con la ley, April tenía antecedentes policíacos, ¿sería por él? No quería acusarlo de nada, pero mientras sacaban las cosas de su habitación notó una manzana quemada de encima, así que era posible.

Dios no. Cual fuera el caso, haría lo que siempre hacía: fingir demencia.

Entró a la oficina del director. Dos trajeados se sentaron frente a él, hicieron preguntas muy ambiguas cuyo propósito no entendió. Odiaba que los adultos le preguntaran cosas tan tontas, era como un insulto a su intelecto.

CUENTOS DE ABRIL EN AGOSTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora