Primera y última parte

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Donde hubo destrucción, queda vacío, no podrá llenar nunca su interior después de haber perdido tanto. El desgarro que ha sufrido no es visible para el resto, sin embargo, ella sabe que hay alguien que podría percibirlo, una persona que con tan solo una palabra lo arreglaría todo; pero él se halla demasiado lejos, demasiado distante como para que ella oiga su voz, demasiado alejado como para que sienta su calor.

Con una foto de ellos juntos en una mano y otra de ella cuando era una niña en la otra, no para de pensar en lo feliz que era cuando su única lucha era contra su mejor amiga, que la retaba para ver quién aguantaba más tiempo saltando a la comba, y la mayor preocupación que tenía era que su profe no se enfadara, pues se le había olvidado la pintura verde en casa. Ahora serían menester la cruz y los ciriales para poder volver a ese estado de felicidad.

Comienza a reflexionar, puesto que quiere saber cómo pudo ser tan alegre para volver a serlo. Piensa y descubre que una de las razones por las que se encontraba así era por no saber cuán feliz era, por no pensar que no lo era, pero tampoco que lo era. Hoy se da cuenta de que lo que hacía era simplemente estar tan ocupada disfrutando, que no le quedaba tiempo para siquiera plantearse su estado de ánimo.

Entre lágrimas firma con tinta color verde esperanza la carta que sabe que nunca le llegará a nadie porque no tiene a quién enviársela. Para ella es más que una carta, más que unos simples garabatos que cualquiera podría hacer en un papel, para ella ese es el tubo de escape: donde plasma todo lo que siente, todo lo que se le pasa por la cabeza y cómo percibe todo lo que ocurre a su alrededor. Para ella ahí esta su vida y lo que más le entristece es que no tiene con quién compartirla.

DesolaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora