Único.

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Debido a que a mucha gente no le cae bien Mori, me pareció prudente hacer saber que la historia está narrada desde su punto de vista, para que el lector/a lo tenga en consideración.


Mori Ogai era un hombre que estaba bastante seguro de sí mismo. Y, entre las cualidades que sabía lo habían llevado a ser el líder de la organización criminal más importante de todo Yokohama, destacaba su inteligencia. Por eso mismo, sentía como un insulto que dos de sus subordinados, los cuales formaban un dúo increíble, creyeran que no se había dado cuenta de lo que había entre ellos.

Supo muy bien lo que hizo al emparejarlos juntos. Sus poderes creaban una perfección milagrosa: una mitad poseía el poder de la infinita destrucción, una devastación tan grande que lo incluía a él mismo. Pero para eso tenía a la otra mitad, capaz de anular poderes, incluyendo la desolación que provocaba su compañero.

Desgraciadamente, sus personalidades parecían no tener la misma química que mostraban dentro del campo de batalla... O eso habría dicho Mori antes.

No sabe cuándo, pero notó que las miradas entre ellos cambiaron. Seguía existiendo esa fricción el uno con el otro, pero ahora se sentía más... ¿Cálida? Sí, esa era la mejor manera de describirlo. Sabía bien que eso no significaba nada por sí solo, tenían la misma edad y era normal que pasaran el tiempo con el otro y generaran cariño. Pero se había dado cuenta que, cuando Chuya hacía una broma, su reacción inmediata era mirar a Dazai de reojo, buscando su reacción. También había notado el brillo de satisfacción en su mirada cuando su compañero se reía de sus bromas.

Otra cosa que los delataba era que sacaran a colación al otro en absolutamente todas las conversaciones. Mori creía que eso había comenzado al inicio de su relación. Lo notaba más con Dazai, pues pasaba más tiempo con él ya que Chuya estaba bajo el cuidado de Kouyou. Si le encargaba un trabajo, preguntaba si podía llevar a Chuya con él. Si le pedía que le entregara un reporte, se lo daba, pero añadiendo al final que Chuya le entregaría la versión escrita porque él era demasiado vago para hacerla. Incluso si le preguntaba algo tan casual como si ya había comido, la respuesta era que sí, porque robar comida del plato de Chuya era extrañamente divertido.

Un día, decidió preguntarle a Kouyou si a ella le pasaba lo mismo con el joven a su cargo. No le sorprendió cuando escuchó que la respuesta era afirmativa. Era difícil encargarle una misión porque siempre estaba ocupado cubriéndole las espaldas a Dazai en las suyas, contando con la autorización del jefe de la mafia según el castaño. Siempre le entregaba los reportes correspondientes, pero notaba que cargaba con una cantidad de papel que era el doble de la que le entregaba a ella. Incluso notaba que siempre pedía el doble de comida, aunque no terminaba de comprender la razón. Mori sí sabía el por qué, aunque no lo dijo.

También supo por parte de Hirotsu que los chicos habían amentado el número de quejas que le llevaban sobre el otro, aunque cada vez eran más absurdas. Casi desde el principio, los jóvenes lo designaron el responsable de escuchar sus quejas. Primero eran lo que esperaría: que Dazai tardaba demasiado en reaccionar y por eso lo golpeaban en las peleas, que Chuya era demasiado despreocupado al momento de luchar, que Dazai nunca le comunicaba los planes hasta el último momento, que Chuya necesitaba dejar de ser tan blando y aprender a torturar para sacar información al enemigo.

Pero de repente la naturaleza de esas quejas cambió, le dijo. Que Chuya era demasiado pequeño y al caminar de regreso a casa era fácil dejarlo atrás, que cómo era posible que Dazai no comiera lo suficiente y aun así fuera más alto que él, que Chuya debería dejar de usar esas playeras que descubrían demasiado su pecho, que Dazai debía detenerse con eso de dejarlo ganar en el arcade. Ahora era absurdo lo que le contaban, se quejó Hirotsu, y Mori pensó que, efectivamente, toda la situación era demasiado absurda para ser verdad.

Notice. (Soukoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora