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Naruto se vió obligado a asistir a aquella boda. Debía hacerlo, por Jiraiya y por el gran respeto que le tenía. Él había sido su profesor privado de matemática durante su niñez y adolescencia debido a sus pocas habilidades para los números, así que Jiraiya tenía un fuerte vínculo con su familia desde hacía muchos años, incluso desde mucho antes que su propia existencia ya que además, había Sido el profesor de su padre en la secundaria.

A mediados de su secundaria, Jiraya había expresado su interés por querer explorar el país, aunque eso implicara dejar de enseñarle a Naruto. Por obras del destino y haber conocido a su actual prometida se quedó en Massachusetts, ciudad a la que se mudaría Naruto tiempo después tras ser aceptado en la universidad.

No tenía mucha información de su prometida, solo sabía que Jiraiya se había enamorado perdidamente de ella y que decidió proponerle matrimonio a pesar de tener sesenta y tantos años y ser considerados por muchos muy mayores para cosas de jóvenes como lo era casamiento.

Naruto no lo sentía así, él pensaba que las personas veían al amor como declaración a una persona en sus veintes frente a dios y cientos de personas más, pero no solo era eso, el amor debía ser dulce y suave, transparente y complementar a la otra persona, un amor que se mantuviera joven por siempre, pero no una clase de joven en cuanto edad, sino como un amor que quedara intacto desde la primera vez que se sentía.

Jiraiya estaba viejo, si, pero el matrimonio no tenía un límite de edad y Naruto se sentía feliz de verlo tan ansioso en su boda, recibiendo a los invitados, rascándose la nuca con nerviosismo y sin quitar la sonrisa de su rostro. La recepción fue buena. El hotel que habían escogido era amplio y muy elegante, con muchos mozos y comida por doquier. Naruto estuvo solo durante algún tiempo, comiendo cualquier cosa que le ofrecieran y tomando un poco de champagne, no conocía a nadie ya que después de todo, la mayoría de invitados alcanzaban los cuarenta años mínimo.

Era la primera vez que asistía a una boda, no sabía si el traje que había escogido iba de acuerdo a la ceremonia o si el regalo que había traído iba a ser del agrado de su profesor y su esposa. A decir verdades, le agradecía al cielo por haberle dotado con buenas habilidades sociales porque gracias a ellas pudo conocer y conversar con señores que le doblaban la edad.

De pronto el apellido Hyuga se hizo presente en la conversación, porque al parecer, el sobrino del dueño había aparecido por el lugar. El rubio casi se atora por la repentina mención de aquel apellido. Era claro que se referían a Neji, pero aún así, no podía evitar que Hinata llegará a su mente.

Se habían cumplido dos semanas desde la última vez que habló con ella.

Ambos estuvieron de acuerdo en que su encuentro quedaría en secreto y acordaron no volver a verse más. Todo había estado siguiendo un transcurso tranquilo, hasta ese día, que su cuerpo volvió a temblar al pensar en ella.

Un hermoso vestido azul oscuro se amoldaba al delgado cuerpo de la pelinegra, quien iba tomaba el brazo de su primo, ambos saludando a los invitados, hasta la presencia del rubio fue percibida por Neji.

Con toda la honestidad del mundo, Naruto no quería saludarlo, porque eso implicaría tener que saludarla a ella y no quería eso. De todas formas el castaño se acercó dónde estaba él y los tuvo que saludar con las pocas fuerzas que tenía. Neji entabló una pequeña conversación y Naruto simplemente trataba de seguirle la línea.

— El señor me pidió que supervisara el avance la boda, ya sabes, para que nadie tuviera inconvenientes con el hotel. — Naruto asintió con la cabeza, moviendo sutilmente su mirada hacia Hinata — Hinata tuvo que venir conmigo al ser la hija del dueño. —dijo notando el interés de Naruto por la presencia de su prima— Su padre dijo que debía involucrarse más con el labor familiar.

Night |Naruhina|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora