| CAPÍTULO 3 |

285 172 64
                                    

DESPEDIDA Y ENCUENTRO

⥋♧⥊

"Cambiante, como una jugada de cartas"

🃏―L.Y.S

𝐃 𝐄 𝐈 𝐌 𝐎 𝐒

Odiaba perder, estaba claro, se veía en su rostro. Una cara fruncida y una mirada penetrante que hacía retroceder a cualquiera que se le cruzara delante.

Verene era una de esas chicas que no se dejaba engatusar tan fácilmente. Siempre obtenía lo que querría, aunque no fuera fácil, lo conseguía, de alguna manera u otra.

Arriesgaba todo lo que tenía y obtenía el doble. Era impresionante, y todavía lo es, aunque ella no lo haya observado.

―Has perdido.―me encantaba sacarla de sus casillas cuando perdía contra Warner.

―¡Cállate!―espeto con un grito sin ni siquiera mirarme―. Aunque haya perdido, sigo siendo mejor que tú―esta vez me mira y me da una sonrisa maliciosa.

―Sí, lo serás, pero esta vez has perdido y sabes lo que me debes.

―Ni hablar, quiero la revancha.

―Sabes que no hay―extiendo la mano abierta hacia ella.

―¡Nunca, y he dicho que te calles!

―Por favor chicos, parecéis niños pequeños, ¿qué os pasa?―pregunta Warner al mirarnos a cada uno. Ninguno respondía, como siempre, lo que se hablaba entre contrincante, entre ellos quedaba―. No lo volveré a preguntar.

―Apostamos si volveríamos a jugar contigo a las cartas―mi mirada se dirige hacia los dos―. Yo aposté algo tonto e inútil, y ella, bueno, el coche.

Warner ríe.

―¿Apostaste esa maravilla de coche?―mira a Verene y ella asiente. Estaba molesta―. Entonces ya sabes.

Vuelvo a extender la mano hacia ella y de su bolsillo saca las llaves del coche y me las da.

―A la próxima no tendrás tanta suerte.

―Deberías de haber apostado otra cosa. Pero...―el sonido de su móvil corta su frase haciendo que se levante de la mesa. Me mira a los ojos y desvía su mirada hacia la salida. Recojo las cartas de la mesa y las empaqueto.

―Ahora vuelvo―salgo por la puerta del restaurante y me dirijo hacia Warner.

Estaba apoyado sobre el coche y su expresión había cambiado. Su mirada estaba fija en el suelo y con la mano izquierda balanceaba sus dedos.

―¡Maldita sea, no puede suceder esto ahora! Tienes que intervenir y hacer cualquier cosa que no se lleven a cabo―estaba molesto y hecho una furia―. ¿Aló, aló? Maldito, me ha colgado.

―¿Qué sucede?

―Han comenzado―hace una larga pausa.

―¿Qué cosa?

―Los juegos.

Me había quedado en blanco. Simplemente con esa palabra no podía sacar de mi boca nada, ni un solo resoplo. Estaba claro que todo ahora iba a cambiar.

―Escúchame Deimos―Warner se coloca delante de mí y pone su mano derecha en mi hombro―. Pase lo que pase, tienes que tener alejada a Verene de los juegos inquebrantables. No puede saber de esto y tampoco oír algo. No quiero que se involucre en ello, ni mucho menos tú―asentí con la cabeza―. Ahora debo irme, pero volveré.

Su mirada volvía a ser melancólica, pero con algo de esperanza. Bajó su rostro y su mirada se quedó durante unos segundos observando el suelo.
Le entregué la baraja de cartas y él se las guardó en el bolsillo.

Resoplo dando un suspiro cargado, me miró por última vez y se dio la vuelta.

♧♧♧

Volví a entrar dentro del restaurante lo antes posible, sin que nuestra ausencia se notará demasiado. Verene seguía en la mesa de brazos cruzados. No hacía decir ni una sola palabra, todo se había entendido al cruzar nuestras miradas.

―¿Todavía sigues molesta?―el silencio que se había quedado dentro me estaba matando.

―Es imposible jugar una partida en diez minutos sin hacer más cambio de cartas, siendo solo tres jugadores.

―Ya sabes que todo puede variar y a la vez cambiar. No sabes cómo será algo nunca, ni mucho menos una jugada de cartas.

―Lo sé.―añadió, y se fue hacia la salida―. ¿A dónde quieres ir?

Le sonreí al mostrarle una sonrisa pícara. Nos subimos en el sublime Ferrari rojo y dimos varias vueltas hasta llegar al lugar que una vez fue parte de nuestras escapadas: El "Shoot Ovly". Un pequeño bar donde podríamos divertirnos un poco, y dónde a veces escogíamos a los cabos sueltos que venían a jugar un poco después de una noche dura de trabajo.

Habían pasado dos años desde que no pisábamos el lugar, y esta noche necesitábamos algo diferente, tanto ella como yo.

―El "Shoot Ovly", demasiados momentos en este lugar como para olvidar-los―cerro la puerta con un golpe suave―. Tú invitas, así quedaremos en deuda.

―Me parece bien―le hago una seña para que se adelante.

Caminaba detrás de ella, y al lado de la puerta se había parado. Su cabeza giró hacia el lado izquierdo y empezó a avanzar hacia allí.

―¿Oyes eso?―me preguntó. A diez metros de distancia se alumbraban dos figuras en luz que una farola desprendía.

―Espera―la cogí del brazo y la llevé hacia la multitud de coches que estaban aparcados en fila india.

―Tenemos que ayudar a la chica―dijo en voz baja.

―Primero hay que observar, y después actuar. No sabemos qué clase de gente pueden ser.

Un hombre alto y robusto discutía con la chica morena. Ella estaba apoyada sobre el metal de la farola y él señalaba con su dedo índice el reloj que poseía en la mano derecha cada vez que soltaba una palabra.

―Maldita sea Haylee, me prometiste que tu hermano estaría dentro de veinte minutos aquí, con lo que me habías prometido. Si no aparece en tres minutos, te aseguro que esta será tu última noche que verás ―levanto la mano en señal de golpe. Verene se levantó y salió gritando.

―¡Eh, maldito cabrón, ni se te ocurra tocarla!―soltó, a su vez se paró enfrente de él.

―Vaya, vaya, vaya―la miraba con una mirada perversa, como si ahora se abalanzaría sobre ella―. No te entrometas en asuntos que no te convienen cariño.

―No lo volveré a repetir, aléjate de ella―no dijo ni una sola palabra, dio unos cuantos pasos enfrente de ella y la cogió de la muñeca. Me aproximé más para estar cerca de ellos y salí.

―Será mejor que la sueltes―dije señalándolo.

Apartó a Verne de un empujón y se volvió hacia mí de forma agresiva. Apretó su mano derecha en forma de puño para golpearme en el rostro, lo esquive y me coloque detrás de él. Posicione mis manos sobre sus hombros, baje un poco mi cintura y di un ligero giro hacia el lado izquierdo, haciendo que perdiera su equilibrio.

Al levantarse observé la pistola que llevaba escondida detrás de la espalda en los pantalones, y al girarse otra vez hacia mí, volvió con la misma intención. Le pegué un golpe en la mejilla izquierda que lo dejo medio atontado y cayó al suelo sin poder levantarse. No podía dudar ni un momento en hacer algo más, era él o nosotros.

JUEGOS INQUEBRANTABLESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora