Capítulo Dos: Trágame tierra, Kai.

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Capítulo Dos: Trágame tierra, Kai

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Capítulo Dos: Trágame tierra, Kai.

Si, a ti. —y guiñó un ojo.

Lo besé.

Pero en mis sueños.

Luego del encuentro con Kai en el baño, donde él no me dejó respirar y ni tomar un paso por un buen rato, me zafé de él. No se me hizo difícil conseguir a Isla entre toda la multitud que bailaba, ya que sus pasos prohibidos la delataban en la pista de baile. No me sentía bien, quizás era el alcohol, el olor a cigarrillos y el sudor que inundaba la casa. Isla terminó con varios números de teléfonos, de unos pretendientes que estaban pendiente a ella. ¿Y a mí? Ni se me paró una mosca, ni para zambullirse en mi frente.

Las fiestas no eran lo mío, pero podré decir que la pasé bien en esta, aunque lo único que hice fue beber, reírme y criticar a la gente con Isla. Nada nuevo.

Lo que sí sé, es que para la próxima, bajaré la intensidad a la hora de beber alcohol.

Mi segundo día de clase comenzó asquerosamente mal.

Pensé que hoy era lunes y en realidad, era viernes. Confundí mi horario de clases y entré por equivocación a un salón de clase, ¡trágame tierra! Lo bueno fue que me percaté a tiempo y logré salir, excusándome por el camino.

Tenía ojeras y un poco de resaca.

Llegué un poco tarde a mi electiva: «Inglés Conversacional.» Por decirlo así, era una clase extra para mi programa de bachillerato: tenía que cumplir con unos créditos y escogí este curso, por que era fácil. Si no era Inglés Conversacional, tenía que escoger entre varias: Pintura Básico, Música, Teatro, y las artes no era lo mío, eso se lo dejaba a Isla.

Entré al salón de clase, disculpándome por la tardanza. Ya el profesor había comenzado la clase y las mesas estaban repletas, excepto una: la de Isla. Ella, como toda buena amiga, me había guardado un espacio, y rápidamente corrí y me senté.

De momento, dejé de prestar atención a la presentación del profesor y mis pensamientos se esfumaron. Podía sentir una mirada posando en mi y ligeramente, pero a la vez disimulando, miré mi alrededor. La mayoría de los rostros eran nuevos, excepto uno que otro, que anteriormente habíamos tomado clase juntos ya. Pero unos ojos color miel me llamaron la atención y logré descifrar quién era; era la mirada de Kai. Mi mirada hacia él fue fugaz, no dudaba que él se había percatado.

Afortunadamente solo lo tenía que ver dos veces a la semana, y una hora y media al día. Aunque sabía que Kai me seguía mirando, estaba tentada en mirarlo y rodar los ojos, en modo de decirle «que me deje en paz y que no me importa lo que haga». Y así hice. Me incliné hacia atrás y miré a mi lado derecho para encontrarme con esos ojos color miel. Kai se pasó la mano por el cabello, como para recuperar la postura, mostrando sus tatuajes. Sorprendentemente, cuando lo miré, él evadió mi mirada, posándolo en el teléfono.  Lo miré fijamente y esbozó una sonrisa, enunciando unas comisuras maliciosas y ahí fue: se fijó en mi y sentí mi piel como se erizó. Tragué saliva al ver que Kai me miró fijamente. Las agallas que tenía de chica «que no quería que la jodieran» se esfumaron cuando lo vi. Era rara la vez que nos mirábamos fijamente. Normalmente nos compartíamos miradas fugaces o yo le daba la espalda. Pero la mayoría del tiempo era dándole la espalda o haciéndole un mal gesto. De momento, él guiñó un ojo y lamió sus labios. Del pánico, volví mi mirada a la pizarra.

—¿Qué pasó?—preguntó mi mejor amiga curiosamente. Sus ojos color miel mostraron curiosidad.

Volví a tragar saliva y al hablar, sentí como mi garganta carraspeó. Sentí un pánico al pensar en esa escena. Sus tatuajes, sus ojos y sus labios...

—N–nada. —titubeé.

—Ah, ajá. Mentirosa.—contestó con tono «que no podía creerme».

—No sé que le picó. —contesté, tratando de recuperar mi postura. —Kai no dejaba de mirarme.

—Le falta un tornillo.—susurró, apenas se escuchaba.—Pero bueno, después de lo que le hiciste...

Me sorprendí. Arqueé una ceja. —¿De qué hablas?

—¿No te acuerdas?

Negué con la cabeza. —No sé de qué hablas. ¿Qué hice por él? ¿Qué pasó?

Ya se notaba mi tono de exasperación, esa ansiedad se condensaba al saber que sucedió algo que yo no sabía.
Y mucho menos, esa situación involucraba a Kai.

Isla se encogió de hombros y finalmente dijo—No sé, me enteré por ahí que pasó algo contigo y con él, pero no me dijeron que fue. Quizás es una mentira, ya sabes, o un rumor. Siempre se inventan rumores de Kai.

—¿Pero qué te dijeron? —le volví a preguntar, la ansiedad ya se me brotaba. Quería saber qué había pasado. Lo único que me acordaba de anoche era que me había zafado de los brazos de Kai, busqué a Isla y nos fuimos a nuestro apartamento para así pasar la embriaguez.

Supuestamente...le vomitaste los zapatos a Kai.

—¡Ay, no! —exclamé con asquerosidad.

Trágame tierra, Kai.

(***)

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