Capítulo 1: Jane y el enigma

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JANE

-Para la semana que viene tendréis qu hacer un trabajo sobre el árbol genealógico de cada uno con una pequeña explicación de algunos de vuestros antepasados desde 1850-. pidió el profesor.
Mientras todos salían del aula para irse a su casa, James y yo nos quedamos atrás para hablar en privado como cada día a esa misma hora. James tenía el pelo rubio revuelto y sin peinar, como siempre, tenía los ojos verdes y unos labios muy finos. Llevaba unos vaqueros rotos a la altura de las rodillas que le quedaban muy bien, una camiseta negra de su grupo favorito de música que resaltaba mucho su piel ˋálida y una zapatillas Nike tambiń negras mientras que yo soy todo lo contrario: bajita, con el plo castaño y ondulado que me llega hasta un poco por debajo de los hombros, los ojos azules y rasgados y me gusta pensar de mi misma que soy aventurera y decidida.
-Jo, qué mierda eso del trabajo. Yo no tengo no idea acerca de mis antepasados.- se quejó James.
-ya, ni yo, pero le preguntaré a mi madre si sabe algo. ¿Que tal si coges todo lo que encuentres en tu casa y te vienes a la mía para buscarlo en internet ya que tu no tienes?- le pregunté.
-De acuerdo, nos vemos a las 17:30- aceptó James
-Te estaré esperando.- Y giré a la derecha hacia mi casa mientras James cruzaba a carretera.
Mientras caminaba por la acera pasando junto a las muchas casas iguales de esa calle hasta la número 23, me llegó un mensaje. Paré un momento junto a un banco para abrir la mochila y sacar el móvil y vi el mensaje: era de Joe, decía que si podíamos quedar para que le deiese los deberes ya que no prestó atención, como siempre. Le contesté que no ya que había quedado con James para hacer un trabajo y que no podía. Lo envié, y unos segundos después me llegó otro mensaje de Joe, decía que no pasaba nada ya que s lo pediría a otro, pero lo conocía muy bien y podía notar el enfado hasta a través del mesaje.
Me volví a guardar el móvil y me fui a casa. Joe era un chico muy alto y fuerte con el pelo negro, los ojos castaños y los labio muy grandesque siempre solía llevar ropa de deporte ya que se pasaba el día jugando a fútbol con sus amigos. James, Joe y yo siempre fuimos muy amigos pero desde que Joe entró en el equipo de fútbol, anosotros nos dejó de lado y nos fuimos distanciando de él.
Al llegar a mi casa, llamé a la puerta ya que no me apetecía volver a abrir la mochila para sacar las llaves y esperé a que mi madre me abriera.
Oí los pasos de alguien acrecándose y al abrirse la puerta vi a mi madre con un delantal negro que siempre usa para cocinar los pasteles que vende en la tienda de al lado. Tenía el pelo castaño recogido en un moño y sujeto con una redecilla y llevaba un vestido negro que usa para vender en la tienda que le resalta las pecas y los ojos oscuros.
Mi casa era bastante grande, con dos pisos y un desván, dos baños, uno arriba y otro abajo y cuatro habitaciones ya que en verano vienen unos familiares a pasar las vacaciones. La cocina siempre está abarrotada de cosas para la pastelería de mi madre, tiene muchos estantes y una gran isla en medio para cocinar. Está conectada con el salón y por último, tenemos un jardín enorme donde celebramos la mayoría de la fiestas.
-Hola Jane, pasa- me dijo mi madre
-¿Que estás haciendo?-
-tengo que hacer más magdalenas de limón que en la tineda se han acabado- me contestó mientras metía al horno la última bandeja.
-mamá, ¿tu sabes algo sobre nuestros antepasados?
-no mucho, pero puedes mirar en el desván. Ahí hay muchas cosas de tus bisabuelos y tatarabuelos-
-vale, ahora voy. A y vendrá James para hacer el trabajo juntos- le dije
-vale pero no hagáis mucho ruido y no estropeeis nada-
Cogí un cuaderno y un boli para tomar apunter y subí al desván a ver si encontraba algo.
Mientras subía las escaleras, la luz se iba haciendo cada vez más débil ya que sólo había una bombilla colgando del techo.
Llegué arriba y abrí la vieja puerta de madera. El desván era muy grande, con un montón de cajas llenas de libros, lámparas, jueguetes, papeles, fotos y un montón de cosas más. Me dirigí hacia un montón de libros muy polvorientos y viejos para ver si había algo de utilidad mientras las tablas crujían bajo mis pies. Abrí la caja más grande y empecé a mirar todos los libros uno por uno hasta que llegué a uno en el que la potada decía con letras bien grandes y doradas: Katheryne Heysmith. 1852. Abrí el libro y comencé a leer y tomar notas de lo que me parecía más importante y podría añadir en el trabajo.
Descubrí que Katheryne Heysmith fue un investigadora muy famosa que fue conocida sobre todo por encontrar y descifrar un antiguo enigma que nadie pudo hasta ahora.
> fue lo primero que se me paso por la cabeza.
-Esta famosa investigadora descifró este enigma pero desgraciadamente la traducción se perdió en un viejo incendio y nadie llegó a saber lo que significaba- ponía en un párrafo del libro.
Lo escribí todo y seguí buscando a ver si encontraba algo más.
Cuando ya estaba a punto de recndirme porque no había nada más que me sirviera, me fijé en un viejo papel amarillento por el paso del tiepo y roto por los bordes. Lo cogí e intenté leerlo pero solo veía símbolos raros aunque al canentrarme mas me di cuenta de que entendía lo que ponía:
>.
Antes de pensar bien en lo que acababa de leer, oí la voz de mi madre, Lily, diciéndome que James había venido para hacer el trabajo de clase e inmediatamente depués apareció James por la puerta.
-Hola, ¿has encontrado algo?- me preguntó James.
-Si, ven a ver esto, ¿lo puedes leer?- le dije, aún observando el papel qu tenía entre las manos como si fuera a desaparecer de un momento a otro.
-No...espera, si, lo entiendo pero no se como, al principio solo me parecían símbolos raros- dijo extrañado.
-A mi también, ¿lo has leído todo?- le pregunté
-si, no creerás que podemos ser nosotros, no?-
-¿porque no? Piénsalo. Al principio sólo eran unos símbolos son ningun sentido pero de repente los podemos leer, los dos tenemos 15 años y justamente lo escubrimos en mi desván. ¡Tenemos que ser nosotros!- le dije
-está bien pero, ¿no estarás pensando en ir ese lugar no?- me preguntó desconfiado.
-¿por que no? ¿no eres tu el que siempre se queja de que no tenemos nada que hacer?- le dije tratando de convencerlo.
-de acuerdo, vamos- dijo. Nunca se negaría a unos cuantos dias sin clase y sin adultos.
Dejamos a parte el trabajo de clase y empezamos a buscar en internet y en libros lugares donde se parezcan describe el enigma.

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