Dos Cuerdos

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Mientras que la policía buscaba sosegar a las familias abatidas que se aglomeraban en el pueblo, llegó un auto extranjero captando toda la atención. Se trataba de Betzy, hija de unos lugareños adinerados, quienes presumían siempre de que su hija se encontraba estudiando fuera del país. La gran mayoría especulaba sobre el motivo de su visita, las chicas comentaban sobre su aspecto, mientras que tan solo unos pocos podían comprender al verla que el luto no parecía querer abandonar a ese pueblo.

La chica que rondaba unos 23 años parecía desorientada, su aspecto algo enfermo y demacrado daba a notar signos de una lucha interna, sin embargo, sus ojos café resaltaban para opacar dichas imperfecciones. Parecía no percibir el terror que asechaba a todos en aquel sitio. Se dirigió a la droguería del pueblo, admirando fríamente todo lo que le rodeaba. Al llegar a casa de sus padres, estos parecían no estar alegres ante inesperada visita. La joven solo paso entre ellos y se adentró en casa.

—Betzy, ¿qué estás haciendo aquí? ¿Te escapaste? ¿Llamaremos al centro para que alguien te regrese inmediatamente?— Mientras sus padres solo caminaban por casa vociferando, la chica solo contemplaba las fotos familiares colgadas.

— El pueblo ha cambiado mucho, aunque ustedes continúan viéndose deplorables—

Fueron suficientes esas palabras saliendo crudamente de su boca para desatar una pelea entre la familia. De repente la chica sacó unas pastillas y tomó todo un coctel de ellas y se largó. De un modo u otro sus pies la hicieron llegar al Cementerio del pueblo, pasó de caminar sin rumbo a analizar las tumbas llenas de mensajes positivos y flores de las víctimas recientemente asesinadas.

—Así que esto es lo que pasa cuando mueres, supongo— Siendo interrumpida por una emergente voz.

— Pues sí, eso es lo que pasa cuando mueres, todos recargan un pedazo de mármol con palabras que nunca sintieron y traen flores a un cuerpo que esa siendo devorado por enérgicos gusanos, ¿no es hermoso?— Ambos comenzaron a reír.

—Soy Betzy, mucho gusto— Antes de poder argumentar más a su presentación se desmayó, cayendo frágilmente a los brazos del portador de semejante voz encantadora. Despertó unas pocas horas después, consternada y con un fuerte dolor de cabeza, en el sofá de un apartamento extrañamente lleno de cajas y periódicos. La voz en su cabeza parecía estar contando una historia que rápidamente sería su realidad.

Un hombre alto y peligrosamente apuesto salió de la cocina — Sí, es guapo — murmuré para mis adentros - Me ofreció agua y me pidió que me acostara cómodamente en este mueble. Parecía muy amable. Me pregunta mi nombre y mi historia como si estuviera realmente interesado. El dolor en mi cabeza se intensificó.

—¿Puedo pasar al baño?-

—Vaya pregunta. Claro que puede señorita— su tono de voz podía estremecer la piel de quien lo escuchara, su masculinidad podría excitar a cualquier mujer. Sonreía como tonta y no podía dejar de mirarlo. Me atreví a salir del baño mucho más cómoda de lo que él esperaba y aunque impactado estaba, parecía no importarle.

—¿Quién es usted?— Sus ojos se apartaron de mis caderas y miró fijamente a los míos.

—¿Si te dijera quién soy, te irías?— Comencé a reír a carcajadas, pues, él evidentemente no sabía nada de mí.

—Estoy enferma, padezco esquizofrenia paranoide desde los 13 años, intento huir de mí misma todo el tiempo, pero jamás intentaría escapar de semejantes labios y mucho menos de esas manos que podrían acabar conmigo si lo quisieran— Entonces su expresión se notó confusa, parecía no entenderme. Continué hablando para no permitir que el silencio hiciera eco en nuestras mentes.

Crónicas de un Asesino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora