1.Me llamo Lexa

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Se despierta una mañana más. Otro día más despertándose con el tacto de unas sábanas desconocidas sobre su piel desnuda. La habitación huele a sexo y alcohol, su garganta seca le pide a gritos un vaso de agua y su cabeza un ibuprofeno. Abre lentamente los ojos y se encuentra con el rostro de su desconocida amante durmiendo profundamente a su lado. Sonríe al ver lo guapa que es, levanta suavemente la sábana para ver el desnudo cuerpo de la chica rubia la cual sigue durmiendo plácidamente pese al movimiento de la tela; definitivamente, se ha tirado a un bombón. De repente, las imágenes de la noche anterior llegan a su mente todas de golpe; cómo se pasó toda la noche ligando con esa chica desde detrás de la barra del bar donde trabaja, el G Lounge, cómo después de invitarla a varias copas y finalizar su turno, se dirigieron entre besos y caricias precipitadas a su apartamento y ahí siguieron bebiendo, fumando y acabando la noche con unos cuantos polvos desenfrenados.

La cabeza le da mil vueltas. Se lleva una mano a la frente al incorporarse por la punzada que siente en la sien; sí, necesita con urgencia un ibuprofeno. Mira de nuevo a la chica, sonríe otra vez y decide irse antes de que despierte. Lo último que le apetece es tenerle que dar explicaciones de por qué tiene que irse rápido. Coge toda su ropa y sale de la habitación intentando ser lo más silenciosa posible.

Así es Lexa, no quiere saber nada de relaciones, ni de segundas citas, solo quiere divertirse cada noche con una chica diferente, sin tener que echar cuentas a nadie. Por suerte, su trabajo en el bar le permite ligar con todas las mujeres que le dé la gana, y a sus 25 años, nunca ha creído en el amor. Ni piensa hacerlo.

Va rápida y silenciosamente al lavabo. Se mira en el espejo y contempla como sus ojos verdes están llenos de rímel corrido alrededor. Enciende ligeramente el grifo llenándose las manos de agua y se limpia como puede el desastre que tiene por cara en esos momentos. Se viste rápidamente, y anuda su cabello castaño en una coleta alta.

Cuando el reflejo del espejo de aquel baño desconocido para ella vuelve a proyectar a una persona decente, sale sin hacer ruido, cerrando lentamente la puerta del apartamento.

Sonríe victoriosa al conseguir cruzar el portal otra mañana más, sin que otra de sus conquistas le siga pidiéndole explicaciones de por qué se marcha sin más.

Mientras se coloca la chaqueta de cuero sin dejar de andar por aquella luminosa calle de Nueva York, piensa en por qué se ha vuelto alguien tan fría, incapaz de sentir por alguien algo más que no sea el mero placer de disfrutar de una noche de sexo sin ataduras. El recuerdo de como su padre abandonó a su madre, a su hermano y a ella misma, 10 años atrás por una chica mucho más joven que él, dejando destrozada a una familia donde una madre desconsolada fue incapaz de disimular ante sus hijos como su corazón estalló en mil pedazos después de la traición del que creía el amor de su vida. Y aunque ella sea adoptada, su madre siempre fue su madre, y verla tan destrozada rompió algo también en ella. Desde ese mismo instante, Lexa dejó de creer en el amor. Dejó de confiar en las personas, y, sobre todo, dejó de creer que venimos a este mundo para encontrar a alguien con quien compartir la vida para siempre. Ella solo quiere disfrutar de la libertad que conlleva no tener a ese alguien.

Por suerte para Lexa, desde bien pequeña, supo que era lesbiana y nunca tuvo problemas con ello. Simplemente nunca le gustaron los hombres, las mujeres son mucho más bellas y perfectas físicamente. Pero sin darse cuenta, con el tiempo, la frialdad y entereza de resistirse a los sentimientos hacia otras mujeres, la ha vuelto una depredadora sin escrúpulos, el tipo de persona que siempre ha odiado. Ve a sus ligues como mera distracción. Alguien con quien compartir unas risas, unas copas, quizá algún que otro baile, acabar en la cama y, después, si te he visto no me acuerdo.

Más de una vez ha tenido problemas en el local en el que trabaja. Las chicas con las que se acuesta a veces han vuelto como locas pidiéndole una simple explicación de por qué no quiere volver a acostarse con ellas o volverse muy pesadas pidiéndole repetir. No es que Lexa sea una modelo de pasarela...Bueno, para que engañarnos, sí lo es. Se mantiene en forma. Le gusta hacer ejercicio a diario, al menos una hora, para poder mantener el ritmo de vida que lleva. Lexa tiene los pómulos marcados, una nariz algo respingona, unos labios rosados y carnosos que son la tentación para cualquier persona y una sonrisa muy estudiada que enamora con solo hacer aparición. Por eso, quizá, acompañando esa sonrisa con sus profundos ojos verdes, le basta una simple mirada, para engatusar a cualquier mujer que se le ponga por delante. De complexión atlética, tiene los brazos musculados sin llegar a algo exagerado, unos pechos en su medida justa y bien puestos, un vientre bastante plano y marcado y unas piernas bien tonificadas de tanto correr. Le gusta cuidarse, ya que sabe que eso le basta para saltar de cama en cama sin tener que dejarse conocer más profundamente por ninguna de sus conquistas.

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