Prólogo.

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El yate de mi amiga huele a marihuana, mis amigas están sobre las piernas de otras personas y yo estoy tomando como si mi vida dependiera de ello.

Las rupturas no son fáciles y mucho menos las públicas.

Ser figura pública y hermana de un corredor de la fórmula uno, además ser hija de un ex corredor te pone en el ojo del huracán para periódicos amarillistas que apenas tienen una noticia que difundir.

Anthony Ross, maldito.

La gente cree que es posible empinarse una botella de champange y tomar el líquido, es una bebida tan espumosa que apenas hace contacto con tu piel y pareces perra con rabia.

Llamé a mi chofer, estoy muy ebria y quiero dormir en mi cama, no en un yate que huele a marihuana y además parejas parece que están a punto de fornicar.

De camino a mi casa miré mis mensajes esperando que uno fuera de él pidiendo perdón por ser un idiota.

Me fue infiel y tuvo la desfachatez de terminarme, lo odio tanto a ese hijo de perra.

Descalza y con una botella de vino blanco en mi mano el chofer me ayudó a caminar y llegar al asiento de atrás donde me acostó para dormir.

No soy de la gente mal educada que trata a sus empleados como sirvientes así que Dan, mi chofer, se encargó de que estuviera cómoda.

Tres de la mañada del domingo, ¡¿TRES DE LA MAÑANA DEL DOMINGO?!

Aún con sueño me preocupé, la carrera comienza a las once, apenas y podré dormir.

Ni siquiera recuerdo que diablos soñé, desperté con la boca pastosa y aún con treinta minutos para ir.

Me bañé y me puse unos lentes de sol enormes de lujo.

En la arena me dieron la tarjeta para entrar al espacio de la escudería de mi hermano y aunque no me especificaron donde era yo muy segura entré a la que me pareció que era, diez puertas completamente iguales.

Me senté en el sillón de ahí y cerré los ojos, quedan al menos treinta minutos para que todos marquen posiciones y comience de verdad la carrera.

Mi hermano junto con otros dos jugadores entre esos mi ex, al ser los más jóvenes actualmente son los favoritos del público.

Noté que algunas personas me miraban raro al estar adentro pero sin duda al reconocerme no dijeron nada.

Recargada en el sofá sentí el peso de alguien más al lado mío.

-"Estoy harta de esto, creo que iré un fin de semana a Mónaco" -hablé en italiano-.

-En primera: No entendí nada y segundo ¿eres Camilla Báez? -me habló el rival por excelencia y herencia de mi familia-.

-Charles Ferrari, que sorpresa verte aquí -dije fingiendo entusiasmo-.

¿Pueden culparme? Después de saber la basura que era su padre con el mío da mucho que pensar, la manzana no cae muy lejos del árbol ¿cierto?

-¿Se puede saber por qué?

-¿Quien te dejó entrar aquí?

-La pregunta correcta es ¿tú por qué estás aquí? Este es el sitio para mi escudería -su sonrisa petulante me parece irritante-.

El soso lugar nunca me dio señal de que este lugar no era en el que debía estar, aunque todos los equipos gastan mucho en promoción no hay nada que los distinga en sus camerinos.

Entonces el maldito cerdo de Anthony Ross apareció en mi vista y hasta las entrañas se me revolvieron.

Se ve sexi con su uniforme puesto pero no puedo caer ante la tentación de perdonarlo.

Charles comenzó a reírse aunque no se escuchaba como una burla, parecía que algo le había causado gracia de manera genuina pero lo ignoré y me levanté.

Él es de la gente que busca agradarle a la gente y a veces lo logra, lo conozco desde que yo tenía diez y él doce, ví como su cabello por el tiempo pasó de ser un amarillo chillante a un color castaño más estético, vi su mandíbula poco a poco tomar forma y su cuerpo igual.

La persona del staff que me miró raro y aún así no me dijo nada pasó a mi lado.

-Pudiste haberme dicho donde estaba -me levanté las gafas de diseñador-.

Me han dicho que mis ojos cuando me enfado intimidan a la gente, díganme loca pero eso me gusta.

Salí de esa puerta y me fui a la puerta que era la correcta, lo supe al ver a mi papá hablando con mi hermano, esos hombres son completamente iguales, desde la cara hasta la manera en la que hablan.

-Hija, ¿dónde estabas?

-Larga historia, les cuento antes de que lo sepan; yo y el maldito imbécil que tenía por novio ya no somos nada.

-Hermana, se dice 'el maldito imbécil que tenías por novio y tú' al revés suena mal.

Sonreí y mi humor mejoró.

El staff nos hizo salir y se llevaron a mi hermano por otro lado, a nosotros nos dieron audífonos exclusivos para oír la radio de él y fuimos a nuestros asientos.

La carrera salió muy bien, mi hermano quedó en primer lugar, Charles de segundo y en tercero Ross.

El compañero de mi hermano ni siquiera terminó la primera carrera, Ross chocó con él y aunque en las entrevistas dijo que fue un accidente todos sabemos que no es cierto pero no lo amonestaron.

Nada grave pasó en realidad.

Al terminar la carrera bajé a felicitar a mi hermano cubierto en champange, mismo líquido que hace menos de diez horas estaba bebiendo.

Charles en las entrevistas se veía sonriente y agradecido con su equipo pero no tocó el tema del choque.

Me despedí de todos y fui al aeropuerto, seré podridamente millonaria pero eso de subirme a un helicóptero privado yo sola me parece demasiado.

Llegué a Mónaco y me quedé dos semanas, donde solo era alcohol, hombres y apuestas, a veces lo que uno necesita es intoxicarse para volver a la vida.

Regresé a ver otra carrera en vivo y fue igual de buena, aunque me gustaría vivirla, no solo verla.

¿En sus marcas? ¿Listos? ¡AMOR!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora