Querida, Rosa.
Sabes lo preciada que eres para mí, ¿verdad? En caso de que tengas dudas, déjame disuadirlas. Para cuando leas esta carta, puede que ya te hayas enterado de mi partida. Debes estarte peguntándo la razón, y quiero que sepas que no tiene nada que ver contigo, con tu carácter que últimamente se ha vuelto demasiado, cariño, o con lo tensa de nuestra relación; tiene todo que ver con mi deseo de explorar más allá de este reino. Sé lo mucho que amas este lugar y su gente, pero se ha vuelto tan tedioso para mí con la constante amenaza de la peste baobábica acercándose y mi hermano exigiendo más de mí con ese tono de superioridad que usan los que han olvidado lo que es disfrutar de la vida. Temo acabar como él. Un rey, sí, pero uno solitario, sin más placer que su deber hacia otros, sin emoción por lo inexplorado, que hace lo mismo día tras día, estancado en este pequeño reino olvidado. No, Rosa, yo no soy él y nunca lo seré, pero tengo que salir de aquí antes de que sea demasiado tarde. No te preocupes, me he ido con la aprobación del Consejo. Mi misión: visitar otros reinos con la esperanza de encontrar una solución a la peste.
Mi delicada flor, volveré. No te puedo decir cuándo porque ni yo lo sé aún, pero lo haré. Y cuando lo haga y la peste ya no sea un problema, confío en que ambos seamos más de lo que somos ahora, de manera que la próxima vez que parta puedas venir conmigo. Trabaja en ello, ¿sí? Por mí. Quisiera que estuvieras conmigo, pero aún no estás lista. Y Rosa, no se cómo decirte esto, así que sólo lo haré. No lo tomes a mal y recuerda respirar hondo — una, dos, tres veces —. Eres la más hermosa del reino, eso es un hecho que todos saben, y me siento honrado de que hayamos crecido juntos y nuestra cercanía haya dado paso a nuestro compromiso. Planeado por nuestros padres pero cimentado en el cuidado por el otro. Eres lo más preciado para mí en todo el reino. Pero ese es el problema, cariño; hay más reinos fuera de este. ¿Entiendes lo que quiero decirte? Volveré por ti y nos iremos juntos la próxima vez para nunca más volver a pisar este aburrido lugar con su gente ordinaria. Pero hasta entonces, no te pido que mantengas ninguna promesa hecha hacia mí... porque yo tampoco mantendré ninguna hacia ti. Tan sólo es temporal. Volveremos a ser del otro cuando regrese, hasta entonces vive sin preocupciones, Rosa, descubre nuevas cosas fuera de tu jardín, ten aventuras, conócete a ti misma y por favor, no te dejes manipular por la gente a tu alrededor. Han vivido tanto tiempo pero han gozado de tan poco que no deberían tener el derecho de decidir sobre los que sí nos aferramos a las cosas que de verdad importan.
Te quiero, Rosa. Espero puedas entender. Hasta luego, mi flor.Príncipe Jesy.
— ¡Holden! — entré llorando y agitando la carta sobre mi cabeza como si estuviera espantando moscas.
Uy, se me olvidó tocar. Las personas que forman parte del Consejo me lo confirmaron con sus miradas desaprobadoras. Estaban sentados en una mesa rectangular frente al trono en donde el rey en teoría se sentaba, aunque muy pocas veces lo había visto allí.
— Señorita Camden, no es momento...
— Salgan todos. Hablaré con la señorita Camden a solas.
La voz autoritaria de Holden no dejaba espacio a replicas; todos salieron después de una reverencia. ¡Oh no! A veces lo olvido. Debí hacer una a penas entré. Inoportuna e irreverente; madre estará orgullosa de mis modales frente a la realeza. Pero es que Holden ha sido sólo Holden para mí por mucho tiempo que me cuesta verlo como "Su majestad, el rey Holden" ahora. No es que no tenga el porte de un rey — rayos, esa capa le queda de maravilla —, pero es que a mis ojos siempre va a ser la persona a la que corría cuando me lastimaba jugando o cuando uno de mis vestidos se rasgaba. Jamás, ni una sola vez, me negó un abrazo o un consuelo. Y aunque ya no somos niños, me cuesta creer que la corona puede cambiar esa cercanía que siempre ha estado allí entre nosotros.
— Rosa... — dijo con voz suave y no dudé en correr a sus brazos cuando los abrió invitándome a tomar lo que necesitara de él, como en los viejos tiempo. ¡Vieron! Ninguna corona podrá jamás cambiar esto. Sigue siendo sólo Holden para mí —. Dime qué pasa, lo resolveremos.
¿A qué venía? ¡Ah, sí! ¡Su hermano me acaba de dejar!
Me separé un poco de él y por un momento fui consciente de lo horrible que debo verme. A ver, "horrible" es una palabra muy fuerte. Sé que soy bonita, unas cuantas lágrimas no pueden cambiar eso... ¿verdad? La más hermosa del reino, me han nombrado. Ufff, recordar eso me tranquiliza.
"Pero ese es el problema, cariño; hay más reinos fuera de este".
Lo que escribió Jes en su carta me golpea como nunca. Tiene razón, tal vez no soy tan bonita como pensaba. ¡Y ahora de seguro sí me veo horrible! ¡Más que horrible! Oh, Dios, ¿puede que no sea bonita? ¿Por eso se fue? ¿Para buscar a alguien mejor?
Incapaz de hablar por los sollozos, le tendí la carta a Holden, y vi como su sus facciones se tensaban conforme iba leyendo.
— Adoro a mi hermanito, pero debería empezar a preocuparse en cómo sus acciones afectan a otros — retiró con delicadeza el cabello que le impedía verme directo a los ojos —. Por favor, dime que no dejarás que esto afecte la forma en la que te ves a ti misma, Rosa.
— Pero, ¿y si tiene razón? Tal vez he sido demasiado exigente... o lo he hostigado más de lo que debería. ¡Cuánto lo siento, Holden! Yo tengo la culpa de que se fuera.
Me dejé caer en el trono de Holden para esconder mi rostro en la falda del vestido rosa pálido que tanto le gusta a Jesy. El rosa no es mi color, pero tenía la esperanza de encontrarme hoy con Jes. En cambio, un guardia me entregó la noticia de su partida y su carta de despedida. Años de amistad y luego de compromiso, y ni siquiera valgo una despedida a la cara.
Holden no tardó en seguirme y se arrodilló frente a donde estaba ahogándome en mi propia pena. Retiró las manos de mi rostro con delicadeza. Debo verme como una niñita haciendo una rabieta, con los ojos hinchados de llorar y el mohín del labio que no puedo evitar hacer. Pero él no parecía disgustado, ni un poquito exasperado siquiera. Estaba tan calmado, y eso hizo que me relajara un poquito.
— Una de las cosas que más me gustan de ti es que sabes exactamente quién eres. No dejes que nadie, mucho menos un hombre que se empeña en ser un niño, te haga dudar. ¿Sí?
También había dicho algo sobre que mi carácter era demasiado y que nuestra relación había estado tensa últimamente. ¿A qué se refería con eso? ¡Si yo pensaba que estaba lleno de maravilla!
— Rosa, ¿me estás escuchando?
¿Será que lo dijo por la vez que le inventé que me había subido a un elefante? ¡Pero lo hice para divertirlo! Él tiene historias tan asombrosas sobre sus aventuras y no quería que me viera como alguien aburrida. Pensé que lo haría sonreír un poquito. ¡Incluso le inventé que mi falda se había trabado en uno de sus cuernos!
— Rosa.
Claro que después supe que los elefantes no tienen cuernos pero, ¿cómo iba a saber eso? Nunca había visto uno.
— ¡Suficiente! No me quedaré sentado viendo como te consumes en pensamientos que no son tuyos. Ya que tu condición como futura princesa está en pausa, te relevo de tus preparativos como tal.
— ¡¿Qué?! Pero...
No tengo forma de defenderme. Tiene razón; Jesy ha suspendido temporalmente nuestro compromiso. No hay excusa para que siga pasando mis días preparándome para algo que tal vez jamás seré. A parte, la sola idea de seguir las clases con la señorita Eve sobre cómo pararme, qué hacer, qué no hacer, serán aún más tediosas de lo que ya eran, ahora que no tengo a nadie por quién soportarlas. Pero ya me había acostumbrado a ellas, y no tengo ni la menor idea de qué haré todos los días. No me gusta no tener nada que hacer. Y si no tengo nada que hacer tendré tiempo para ahogarme en mi angustia. Estaré pensando todo el día en qué estará haciendo Jes, si volverá, si habrá encontrado a alguien mejor... ¡Dios! No creo poder soportarlo.
— ¿Qué voy a hacer? — pregunté más para mí misma que para Holden. Aún así, fue un alivio que contestara.
— Jes me ayudaba todos los días en mis rondas por el pueblo. Tomábamos un par de horas en visitar a la gente, ver en qué podíamos ayudar y los escuchábamos. Ahora más que nunca nuestro pueblo lo necesita. Están aterrados por la amenaza de la peste. Ha sido muy difícil para todos. Pero ya que mi hermano no está, tendré que hacerlo solo. A no ser que haya cierta persona... con tiempo libre... y que le guste hablar con la gente... que quiera acompañarme.
— ¡Oh, Holden! ¡Tengo una idea! — me limpié las lágrimas con el borde del vestido —. ¡Yo podría ayudarte!
Holden sonrío como si ya se lo esperara. Me conoce mejor que nadie. A veces creo que incluso mejor que Jesy. Tomó mis manos una última vez entre las suyas y dijo:
— Necesito volver con el Consejo, pero por favor, quédate todo lo que quieras. Veré que la junta se lleve a cabo en otra sala.
Que bien porque ya me acomodé.
— Gracias, Hold — invoqué mi mejor sonrisa y lo miré directamente para que sepa que sólo es para él.
Presionó dulcemente sus labios sobre mis nudillos y se encaminó a la salida, pero antes de salir volteo a verme una vez más.
— Por cierto... te ves maravillosa en ese trono, princesa.
Y después salió dejándome con una sonrisa extraña y una sensación cálida en el pecho. Ya olvidé porqué lloraba en primer lugar.

ESTÁS LEYENDO
Princesa de rosas
Fantasi¿Qué pasa con la rosa cuando el príncipe se va? Rosa Camden es gentil, ingenua y algo caprichosa, pero tiene un gran corazón. No es su culpa haber sido nombrada "la más hermosa del reino". Comprometida con el príncipe del reino, piensa que su vida e...