Capítulo Cuatro

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Matías no había pensado de una manera distinta sobre su mejor amigo hasta esa noche en que Gregory lo besó. Esa noche, sintió que algo dentro de él despertaba, algo a lo que había ignorado hasta ese momento. Fue el comienzo de un ciclo de odio hacia si mismo que le consumía lentamente.

Creciendo se acostumbró a escuchar los comentarios despectivos de su padre al ver en la televisión escenas de índole homosexual, el mayor siempre le decía que era antinatural y el hombre estaba destinado a estar con mujeres únicamente, ya que era lo considerado correcto. Sus comentarios siempre le provocaban cierta duda e incomodidad, pero nunca se atrevió a contradecirlo ni cuestionarlo.

Ni siquiera cuando su padre le dio una paliza luego de encontrarlo besando a un chico. Aceptó su destino, sintiéndose culpable por haber disfrutado del beso y desear más. Entre lágrimas le prometió que se esforzaría en ser "normal", un "hombre de verdad".

La verdad, sí se convencía lo suficiente, tal vez esa atracción hacia los hombres desaparecería. Tal vez, pensó, su padre tenía razón. Sólo era una etapa, le había dicho un día al regresar del bachillerato, lo había encontrado tomado en la sala de la casa y le miraba con cierta decepción.

—Un amigo tiene un hija...—Le dijo desde el sofá, sosteniéndo en su mano una birra.—Más te vale llevarla a una cita.

Se detuvo, mirando a su padre con cierta sorpresa.

—Como vos sos incapaz de traer a una mina, te estoy haciendo un favor.—Dijo el mayor, tomando un trago de la cerveza.—¿Qué diría tú vieja sí todavía estuviese con nosotros? ¿Crees que le gustaría tener un hijo trolo?—Cuestionó, mirándole con amargura.

La mención de su madre hizo que Matías casi se desmoronara. Casi nunca hablaban de ella, y cuando lo hacían, su padre siempre le echaba en cara que ella estaría decepcionada de quién era. Él estaba convencido de que ese no sería el caso, y su padre sólo buscaba lastimarlo. Eso le molestaba demasiado.

—Tal vez esas ideas que te metió en la cabeza de nene te afectaron.—Dijo ahora,—Siempre le decía que no te vistiera con polleras, pero ella no hacía caso... ahora tengo que lidiar con vos y tus desviaciones...—Su voz reflejaba disgusto y resentimiento.—Todo por culpa de la forra de mi mujer...

—¡Cállate boludo!—Le gritó Matías, ya harto de su viejo.—¡Insultame todo los que vos quieras, pero no permitiré que hables de mamá así!

El hombre pareció perder finalmente la paciencia, se levantó rápidamente del sofá y arremetió contra el menor, completamente fuera de sí. El impacto de la botella contra su mejilla hizo que soltará un quejido del dolor, y por reflejo se cubrió el rostro con ambas manos. Estaba harto de su padre, del abuso físico y verbal... a veces, extrañaba cuando tenían una buena relación, cuando se reían juntos y veían la televisión, extrañaba cuando su familia era completa y su madre estaba cerca para besarle la frente. Pero todo era culpa de él, era su culpa y debía asumir la culpa.

Su padre ahora era una persona totalmente diferente, Matías sentía que vivía con un desconocido.

Apretó los puños, y metiendo la mano en el bolsillo trasero de sus pantalones holgados sacó un arma que había comprado de forma clandestina hace un tiempo con sus ahorros. Apuntó a su padre con el arma, haciendo que el hombre retrocediera de inmediato, perplejo por lo que veía.

—Estoy harto de vos.—Dijo Matías con voz iracunda, no sabía de donde estaba sacando esa fuerza de voluntad y valentía. Tal vez era la adrenalina y el instinto de autopreservación que florecía en su interior. Su furia se desbordaba peligrosamente y fluía por su cuerpo como una corriente caliente.

Su padre tenía los ojos desorbitados, había sido tomado desprevenido por completo y levantaba las manos en señal de paz, como si segundos antes no hubiese agredido físicamente a su propio hijo. —Matías, hijo...—Dijo ahora suavemente, y Matías solo pudo escuchar el temor en su voz.—Deja el arma, por favor,—Pero el menor hizo caso omiso y el agarre se hizo más firme. Su padre, todavía con ambas manos levantadas se acercó lentamente hasta estar lo suficientemente cerca como para que la boca del cañón quedara a una mínima distancia de su frente.—Ya me demostraste que eres un hombre,—Dijo, mirándole fijamente pero sonó como un intento desesperado de que el menor desistiera.—Así que ya déjalo hijo.

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⏰ Última actualización: Nov 29, 2023 ⏰

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