Camino por los pasillos de la universidad, mientras voy pasando puedo observar a mucha gente que está a mi alrededor, intento de no ser empujada para no caerme de nuevo, toda mi vida la e pasado en el suelo y no quiero volver a caer, ni ser pisoteada otra vez.
Mi mente divaga entre los millones de pensamientos que tengo, y que me nublan la mente constantemente.
Hay tantas personas que apenas puedo tocar el suelo, muevo mis pies de una forma tan veloz para salir de esa manadana de personas, que todo mi cuerpo se agita y comienza a caer un leve sudor por mi frente, por lo que mi cabello se pega de ésta, el cuál quito suavemente con mis dedos.
Veo un pasillo solo y me pego contra la pared de una manera tan brusca, que me aporreo un poco la espalda, pero en éste momento ese dolor no se compara con el que estoy sintiendo por dentro.
Me lleno de ansiedad y doy un gran suspiro, para poder seguir sobrellevando todo. Cierro por un instante mis ojos e intento relajarme, veo mis manos y están más pálidas de lo que deberían, pero no le presto importancia.
Volteo para la izquierda y a lo lejos veo cómo van pasando estudiantes a sus salones de clases y me recuerda que voy tarde, a duras penas mi cuerpo sigue el camino, y continúo.
Es interesante ver como tu mente está en un lado y tú cuerpo en otro, pero sin embargo, no es fascinante.
A duras penas llego a mi salón de clases junto con varias personas más, pero a diferencia de mí, ellos están riéndose y con mucha alegría, intento ignorarlos pero sin embargo, no puedo. Lo que hace que me pregunte una y otra vez ¿Por qué no puedo ser feliz? ¿Por qué no puedo ser cómo ellos? Simplemente... ¿Por qué?
Dicen que si quieres ser feliz, tienes que luchar por tu felicidad, pero lo he intentado, una y otra vez. Y solo hizo que callera en una sola conclusión; no puedo ser feliz. La felicidad no es para mí.
Me quedo estática parada en medio de la habitación, hasta que escuché un sonido detrás de mí, una chica me pidió permiso para pasar, ya que yo estaba en medio de la puerta y le impedía el paso a los demás. Por lo que me sacó de mi pequeño transe, veo hacia el frente y puedo observar que los primeros hacientos ya estaban ocupados por lo que me siento en los de atrás.
Quedo junto a la ventana y puedo ver como las nubes están tan grises, que parece que va a llover, pero para la temporada no es algo extraño. La brisa se refleja en los árboles y en como las hojas van cayendo. Poco a poco una hoja se cae, lo que hace que piense que nada es duradero. Todo con el tiempo se va pudriendo y los árboles son un pequeño ejemplo de eso.
No sé cuanto tiempo tardo viendo por la ventana, hasta que escucho a Vero con su carisma único de ella, saludando a cada una de las personas que estaban al arrededor. Me quedo mirando fijamente cada uno de sus movimientos hasta que la veo acercándose. Viene con una sonrisa completamente entusiasta, que nada más con sonreír te dan ganas de conocerla y de ser su amigo. Pero no quiero verla, o no, no quiero que me vea así, por lo que aparto la mirada y me quedo viendo otra vez por la ventana.
—¿Qué más baby Mía?- me dice con mucho entuciasmo–Tengo que mostrarte lo que me compré para la fiesta del sábado, es sexy pero elegante. Es como para dar una impresión de soy totalmente inalcanzable para tí. Además va a juego con mis ojos hermosos.
La veo de reojo y veo que rebusca en su celular, lo que supongo que era una foto de lo que compró.
—Hola Vero - menciono sin ánimo alguno y sigo observando por la ventana, para que no me vea el rostro en tal estado, porque se puede dar cuenta de que estaba llorando. No tengo ningún espejo, pero sé que se nota lo hinchado que están mis ojos, por todo el tiempo que lloré.
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Mía
Non-FictionMuchos dicen que vivimos en solo un mundo, pero es una vil mentira. Porque está el mundo de los arrogantes millonarios, que han tenido todo desde pequeños y el de los que tienen que trabajar, y madurar a temprana edad, para entender que nada en ésta...