III

12 2 0
                                    

Llegué al club Bandeira Branca, donde algunos ministros alemanes se reunían con Zoe, ninguno de los cuales podía dejar de mirar a la dulce mujer de su vestido rosa pastel

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Llegué al club Bandeira Branca, donde algunos ministros alemanes se reunían con Zoe, ninguno de los cuales podía dejar de mirar a la dulce mujer de su vestido rosa pastel. Sonreí, pero no la interrumpí. Las otras chicas estaban en diferentes partes del club, algunas bailando y otras charlando con los hombres de negocios que habían acudido al club para desconectar de sus enfadadas esposas.

Subí a la zona Premium, en la tercera planta, pocas personas tenían el privilegio de pagar por estar en esta zona, que era estrictamente exclusiva, con comida y bebida ilimitada, allí trabajaban las mujeres más proclamadas del país, Columbine era una de ellas, una noche con ella era casi imposible, se requería una reserva previa de al menos seis meses.

Me senté en el sofá de cuero, comprado directamente en Irlanda, y sonreí al ver a Yakecan, que sonrió al verme sentada a su lado, sorbiendo distraídamente la copa de champán que le ofrecía una hermosa mujer vestida con un sexy traje de sirvienta.

- Hacía tiempo que no venías por aquí, Arthur - dijo, sonriendo con confianza - Creía que habías desaparecido por completo.

- He tenido mis altos y bajos - dije en voz baja, cogiéndole la bebida de la mano y dándole un sorbo divertido - y no deberías estar aquí... ¿cómo van las cosas por el Amazonas?

Yakecan es un indio nativo, desde niño ha recorrido los letales caminos del Amazonas, su tribu es una de las más importantes de la zona y de vital importancia, un punto estratégico, él era el encargado de pasar toda la mercancía de Brasil al resto de Sudamérica sin que nadie sospechara, cualquiera que no fuera nativo o no perteneciera a la Sección Urucum moriría en segundos.

Nunca utilizaba armas de fuego, su flecha fina y afilada decapitaba a cualquiera que no perteneciera a la Sección.

- No pasa nada, las últimas diez toneladas de cocaína ya han sido entregadas a Colombia, todo está al día hasta que nos hagas un nuevo pedido - comentó divertido - ¡Tengo un regalo para ti!

Le miré y enarqué una ceja, observando cómo se levantaba y cogía una caja de madera con un lazo rojo en la parte superior - ¿No explotará, ¿verdad? - pregunté dubitativo, de todas las personas, yo era la última que esperaba que le hiciera un regalo.

- hmm... no lo creo, comentó dubitativo.

- Sabes que no ayudas - reí y abrí el regalo de par en par, mirando la daga dorada, con enormes rubíes decorando el arma puntiaguda - es hermosa - dije impresionado y lo abracé feliz, no puedo negarlo, a quién no le gusta un regalo de 40 mil dólares.

- Es sólo un detalle, creo que te vendría bien en Rusia - dijo divertido.

Le miré al oír el nombre del país - ¿Cómo sabes que voy a viajar? - pregunté incrédulo.

- Intuición.

Hoy es mi último día en el país antes del viaje a Yakecan - confesé - Quiero divertirme antes de tener que congelarme en ese témpano de hielo.

Sangre RusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora