La pareja perfecta

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Martín daba largos suspiros con las manos apoyadas en el borde de la mesa. Podía oler la libido de su alfa detrás suyo, lo que estimulaba su propia calentura. Manuel había subido la polera de su omega hasta casi llegar al cuello, dejando ese musculoso torso a la merced de sus fogosas caricias.

—Manu…dejá que…dejá que me bañe primero…—protestó agitado.

—No, ya te dije, te voy a castigar —sentenció, acostando al rubio, boca abajo, sobre el mesón de la cocina americana.

Emitiendo gruñidos, el alfa se montó encima del omega dándole lametones en la marca de su cuello, al tiempo que le quitaba la remera. Una vez desvestido, lo giró sobre el mesón dejándolo boca arriba, y teniendo ese par de pectorales argentinos a su disposición, el alfa, se deleitó entre mordiscos y apretones.

—Ay si, castigáme, Manu, castigáme, soy un omega muy malo —respondió extasiado, dejando que Manuel le estimulara bruscamente.

Manuel estaba siendo igual de salvaje que cualquier otro alfa ansioso de coito. Marcando ese cuerpo musculoso con su aroma, proporcionando descargas de placer en cada caricia.

Tenían una casa completa para ellos dos solos, esto les daba la suficiente libertad, e intimidad a la vez, para hacer el amor en cualquier parte en donde la pasión les sorprendiera. Manuel solía elegir la clásica habitación, Martín era más creativo; sin embargo, esta vez el alfa se había descontrolado completamente, penetrando a su pareja en el mesón de la cocina y luego a cuatro patas en el sofá.

El olor de bizcochuelo metalico y licor de dulce de leche (una descripción de ambos aromas mezclados) perfumó esos dos ambientes de la casa, entre alaridos y gemidos calientes, en el ritual de sexo que fortalecia aún más su lazo alfa-omega.

Luego de satisfacer sus pasiones carnales, ambos se sentaron desnudos en el desordenado sillón. El alfa vapeaba tabaco con esencia de caramelo y el omega reposaba acurrucado en su pecho.

— Se nota que ya estás cerca del rut…—suspiró Martín, tremendamente adolorido pero con una gran sonrisa.

—¿En serio? —preguntó, acariciando la espalda de su pareja— ¿Estás bien, mi amor? ¿No fui muy brusco, cierto?

Martín sonrió, conmovido por esa tierna preocupación, y siguió hablando.

—...Mi celo se viene la próxima semana, es muy probable que nuestros períodos coincidan —dijo, buscando la mirada de su compañero.

Manuel se encontró con esos ojos de cachorrito mimado. Luego se rió de esa picante y, al mismo tiempo, adorable sugerencia entre líneas.

—Tincho ¿Estás consciente de lo que eso significa?

—Totalmente —respondió, levantando medio cuerpo para ver mejor al castaño.

—No, pero de verdad estás consciente de lo que pasaría si juntas a un omega en celo y a un alfa en su rut—repitió, tratando de explicar alguna clase de subtexto.

—Si Manuel —Martín rodó los ojos, un poco aburrido de que su novio no fuese tan directo —Quiero volverme un animalito hambriento de pija, que mi alfa me coja como una bestia hasta dejarme el culo temblando de leche y quedar preñado por tantas horas de sexo salvaje.

—Ay pero no lo digas de esa forma tan grosera po —se quejó avergonzado.

—¿Y como queres que te lo diga? ¿Te lo dibujo? ¡Llevamos doce años juntos y aún no me pedis matrimonio! ¡Quiero casarme con vos y formar una familia! —reclamó con movimientos exagerados de sus manos.

—Casarnos y formar una familia…—meditó el alfa— Esas son palabras mayores.

—¿No querés hacerlo? —preguntó con temor.

La Perfecta Pareja Dispareja [ArgChi-Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora