𝐿𝐸𝐴𝑅𝑁𝐼𝑁𝐺 𝑇𝑂 𝐿𝑂𝑉𝐸 ━━━ 𝖲𝗈𝗅𝖺𝗋𝖻𝖺𝗅𝗅𝗌

11

Buscaba a su novio por toda su orbita, esperaba a que estuviera en alguna parte de esta muy bien escondido como la vez que lo encontró tejiendo la bufanda, pero ni sus lunas que estaban abandonadas sabían a donde se había ido.

Busco y busco pero no encontró, le iba a pedir ayuda a Saturno pero si Neptuno realmente estaba fuera de su orbita podía generarse un caos, además que el Sol se enojaría demasiado.

Se estaba cansando de buscar, hasta que llego a escuchar como si gritarán su nombre, ligeros sollozos y risitas viniendo del cinturón de Kuiper. Se fue al cinturón de Kuiper, moviendo todos los asteroides en su camino para ver si Neptuno estaba entre ellos. Le gustaría encontrarse con un planeta enano como la última vez, pero solo veía asteroides, asteroides... Y más asteroides.

Quería volver a su orbita y esperar, pero Neptuno era su novio, no iba a esperar a que regresará por su propia cuenta, además de que no lo volvería a dejar solo, no con el pensamiento de que podría regresar peor de lo que estaba.

Después de un rato caminando vio una mancha color azul marino en un asteroide, rápidamente supo que podría ser de Neptuno así que apresuró su paso.

Las risitas, los sollozos y los gritos confundidos llamando su nombre aumentaban a cada paso que daba, hasta que por fin lo vió, con asteroides con caras pintadas a su al rededor mientras gritaba su nombre, esperando a ser encontrado.

— ¡Neptuno!
Corrió hacia el abrazándolo a sus espaldas rodeándolo. Por un momento realmente pensó que salió del sistema solar.

Neptuno se dió la vuelta con una sonrisa enrollando sus brazos en el torso de Urano, sintiendo la protección de estar en los brazos de Urano. Igual de estúpidamente feliz a cuando fue encontrado por Saturno y Urano, solo que aliviado de tener a Urano a su lado.

Ninguna palabra por parte de Urano ni de Neptuno, apreciaría ese cómodo silencio.
Odiaba las orbitas que tenían.

Seguían en el cinturón de Kuiper, solo que ahora acompañaba a Neptuno a pintarle caras a los asteroides. Lo tenía sentado en sus piernas, usando su brazo como un cinturón, le costaba pintar los asteroides con una mano pero al menos tenía a Neptuno asegurado...

— No te volveré a dejar solo...

— No entiendo cuál es el problema Urano.

Ese era el problema.
Que no entendía nada, que
cuando lo dejó solo perdió
la cabeza.