4.

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González.

La voz de Xavi retumbó con fuerza en aquel pequeño baño de forma inesperada, haciendo que al sevillano se le helara la sangre del susto.

Las feromonas del antes nombrado se tornaron hostiles al instante, el momento en el que detrás del catalán entraron dos paramédicos y un guardia con el fin de tranquilizar al alfa y poder sacar a Gavi de ahí lo antes posible y llevárselo a un lugar seguro para someterlo a numerosas pruebas médicas.

—Ni se te ocurra gruñirme, señorito. Que tú y yo todavía tendremos que hablar seriamente.

—Vamos Pedri, que estamos aquí para ayudar a tu amigo—trató la enfermera beta de calmarlo, no queriendo que la situación empeorara, pero el alfa menor no se dejó inmutar.

Gavi, mientras, seguía tentado por su lobo de abrir la puerta, pero para su suerte, y la del equipo de especialistas, el miedo lo mantenía paralizado. Se encontraba saturado por la cantidad de estímulos, las luces eran demasiado brillantes, las voces demasiado altas y los olores demasiado intensos. Su cabeza daba punzadas, la jaqueca estaba fuera de control y Gavi solo rezaban que todo acabase ya.

El canario no parecía querer ceder por sí solo, su animal lo dominaba y la claridad que mostraban sus ojos, normalmente tiernos, había desaparecido. Incluso a Xavi le producía cierto malestar ver a uno de sus niños así, tan fuera de sí y consumido por lo más carnal su lado animal que anteriormente jamás había demostrado. Ya no era su niño tan sereno y dócil que se la pasaba bromeando cada vez que podía.

Con un rápido gesto de la cabeza le dio la afirmación de que podían proceder, siguieron el protocolo, movilizándose con rápidos y precisos movimientos al alfa menor, quien se trataba de liberarse de los firmes agarres, gruñendo y mostrando sus colmillos hostilmente hasta que una de las enfermeras que no lo estaba sujetando se acercó a él, para administrarle un tranquilizante intramuscular al joven tinerfeño, que se activó de inmediato dejándolo completamente fuera de juego.

El cuerpo del canario se hubiese caído desplomado al suelo si no fuese porque el guardia y el otro enfermero lo mantuvieron en un fuerte agarre, evitando una fatal caída.

Una vez quedó el peligro eliminado, otros asistentes entraron con una camilla, colocaron con cuidado el cuerpo del joven en ella para a continuación esposar sus muñecas en esta para evitar cualquier imprevisto.

Xavi soltó un suspiro. Un problema menos.

—¿Gavi?—comenzó, empleando la misma voz que con sus propios cachorros.

–¿Puedes abrirnos la puerta?—continuó, mientras que a su espalda retiraban a un inconsciente Pedri de la sala.

Podía escuchar como el menor comenzaba a hiperventilar a la vez que un no familiar aroma bastante agrio llegó hacia él. No pudo evitar sentir pena por el joven, su pecho encogiéndose dolorosamente al saber que uno de los niños se encontraba tan mal y que aparentemente dependía de su compañero.

—Pedri está bien...

Tal vez hablando de su mejor amigo iba a distraerlo.

—Se estaba haciendo daño por lo que acudimos en su ayuda, al igual que ahora te ayudaremos a ti. ¿Qué te parece?

—Me duele mucho, Xavi. No sé qué me está pasando.

[🖇️]

—¡Buenos días, Bella Durmiente!—exclamó sarcásticamente, y muy por encima de un volumen normal, Ferran, con una enorme sonrisa plasmada en su rostro.

El tinerfeño soltó un gemido de protesta, indirectamente pidiendo piedad por su latente y creciente dolor de cabeza. Se sentía como con resaca.

—¿En dónde estoy?—masculló medio afónico, haciendo una mueca al percatarse de su garganta seca que parecía querer hacerle competencia al papel de lija.

descartable & vulnerable | pedri x gavi ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora