Inmarcesible

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Wola de nuevo amores! Pues aquí me tenéis con esta pareja otra vez e.e pero esta vez en su versión adulta ^^
No os voy a mentir, es un fanfic con tintes tristes, pero muy tierno, o eso espero jaja
Leed y juzgad :3

El fuego que persistía en la chimenea crepitaba pese al frío que reinaba siempre en el ambiente lúgubre de la casa de su infancia, tan cargada de tantos recuerdos, de la ira de su padre y el desprecio de su madre, de sus propios remordimientos por Regulus. Los ojos ámbar de Remus destellaban contemplando, sin ver en realidad, la chimenea desde el antiguo sofá y Sirius lo observaba desde el umbral del salón, en silencio; El licántropo inclinado hacia un lado, la cabeza gacha, su faz expuesta a la parpadeante luz del fuego y en ella esa expresión agotada casi impertérrita.

Sirius inclinó ligeramente la cabeza, apoyándola sobre el marco de la puerta, obteniendo con el nuevo ángulo una nueva perspectiva del rostro de Remus y... ¡Oh, ahí estaba! Ése muchacho tierno de su juventud con el que tantos buenos momentos había vivido, su mejor amigo, el chico del que se enamoró, resplandeciendo en el silencio ensordecedor. Y Sirius no pudo evitar, con cada parpadeo de sus ojos, evocar los recuerdos de esa maravillosa adolescencia en Hogwarts; la mácula de Peter de pronto mancillando cada uno de esos felices recuerdos y su pulso acelerándose, la ira henchida, in crescendo...

- ¿Ya se han ido todos? - preguntó Remus abruptamente, causando que se sobresaltara, encontrándose de nuevo en el salón de esa casa que detestaba aún más que la huella ineludible que había dejado en su mente defectuosa tras sus estancia en Azkaban, esos doce años de aislamiento y tortura en la prisión.

Sirius tragó saliva y dio un paso dentro de la habitación, nada más entrar le pareció ver, por el rabillo del ojo, a su padre frente a Remus, sentado en lo que, de niño, él y su hermano habían considerado como un trono; el ostentoso sillón de terciopelo que ahora estaba desgastado y deslucido por los años de abandono. El recuerdo vivo, al rojo, de la soberbia de su padre y el desdén de su madre lo azotaron, oyó resonar en sus oídos sus propios resentimientos y sintió una punzada en el pecho que le extirpó de cuajo el aire de los pulmones.

- Sirius...

El nombrado intuyó la nota de alarma en la voz de su amigo y se obligó a reaccionar y salir de su estupor mientras aún escuchaba, como un grito ensordecedor, sobrecogedor y terrorífico, la cruel voz de su madre, Walpurga; las palabras traidor, engendro, paria... retumbando entre esas paredes, clavándosele como dagas emponzoñadas, expresando en palabras lo que su padre decía con su severa e inmisericorde mirada cruel, fría y despiadada.

- Sí, se han ido - respondió rápidamente y a duras penas, estranguladamente. Sentía un grito a punto de estallarle en la garganta, las lágrimas anegándole los ojos que le ardían furiosamente.

En efecto, los miembros de la Orden que se habían reunido aquella noche ya se habían marchado pero, en esa casa, él nunca estaba solo, como tampoco lo estuvo en su celda de Azkaban. Sirius Black nunca estaba solo, no del todo. Jamás volvería a estarlo.

- ¿Estás bien? - preguntó Remus, la preocupación contorsionando su expresión le partió el corazón. Sirius no quería ser un motivo más que inquietara al licántropo. Echaba tanto de menos su sonrisa, tan preciosa y encantadora.

Remus se incorporó en el sofá, apoyó los codos sobre las rodillas y los resortes chirriaron sutilmente, Sirius suspiró largamente, intentando serenarse mientras asentía. De cada jodido rincón de esa maldita casa cargada de reminiscencias horribles salía un espectro que lo atormentaba y lo obligaba a revivir terribles recuerdos, sus propios errores haciendo eco, flagelándolo. Su cordura titilante quebrándose por momentos. ¿A dónde había ido ese tierno muchacho ceniciento que era engullido por la penumbra de la casa de los gritos, y que había vislumbrado un instante en el rostro de ese hombre que le devolvía la miraba angustiado?

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