Continúa tocándote

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Había sido un día agotador.

Las horas extra junto a Nanami en el aprendizaje como hechicera novata en este oculto mundo que habías descubierto desde hacía apenas unos meses, no habían cesado de exprimir hasta la última gota de tus energías.

Todos los días se trataban de una cuestión de teoría y puesta en práctica sin falta ni objeciones permitidas por parte del estricto rubio que se había ofrecido a sí mismo como el más apto para ser tu encargado.

Y es que muy a pesar de que ya eras una señorita de 20 años, por tu edad no podías formar parte de ninguno de los grupos de estudiantes que ya estaban asignados a sus respectivos años de enseñanza, pero allí estabas. Cursando alguna especie de año especial que se decidió abrir exclusivamente para tí, con el fin de entrenar y mejorar tus habilidades a como diera lugar.

Y de seguro se preguntarán, ¿por qué tomarse tantas molestias por una sola persona?

Pues bueno, eso es muy sencillo de responder. (Según lo que te han dicho).

Simple y llanamente todo se trataba de tu técnica ritual maldita. Misma de la que ni siquiera tú misma habías sido consciente, sino hasta aquel día en el que sufriste una de las situaciones más caóticas y jodidas de tu entera existencia.

Una experiencia que no te gustaba recordar y de la que mucho menos te gustaba hablar con nadie.

No obstante y a raíz de eso, es que ahora estabas ahí, envuelta en aquel panorama que pese a haber sido tan abrumador para tí en un principio, se había amoldado de manera armoniosamente congruente para darle un sentido a lo que siempre fue una monótona vida.

Suspiras con pesadez para despejar un poco esos pensamientos en lo que ingresas a tu espacio personal asignado en el Instituto.

Uno que, además y muy extrañamente, en lugar de tratarse de una simple habitación en la que tan solo deberías de poseer tu cama, armario y demás muebles (al igual que todos los demás), contabas con el inusual privilegio de haber sido designada a una zona un poco más aparte, al Oeste.

Para ser sincera, la razón la desconocías por completo. Nunca se te había querido dar información o al menos datos adicionales de la razón de esta decisión tomada por parte del Profesor Gojo. Pero no te quejabas en lo absoluto sobre este hecho.

Pues cuando al final del día hablabas sobre finalmente llegar a tu "espacio personal", a lo que verdaderamente te referías, era a una estructura que en su interior contaba con las habitaciones necesarias para asemejar una vivienda pequeña pero cómoda para subsistir si se trataba de una sola persona. Dos como máximo.

Y eso te encantaba.

Tener tu propio espacio en un significado más amplio y real de la palabra, era todo un goce para tu persona.

Luego de asegurar la puerta con llave tras tu espalda y quitarte los zapatos para abandonarlos en la entrada, pisas el suelo de madera hasta llegar al baño.

La decoración no era mala. Resaltaban en mayor medida las tonalidades de blancos y grises alrededor de todas las paredes. Y a pesar de que desde el primer día se te concedió el permiso de cambiarlo a tu gusto, preferiste dejarlo así. Tal y como estaba.

Una vez ya estando dentro del cuarto repleto de azulejos de un aspecto y detallado algo anticuados, procedes a lavar tu rostro con un poco de agua fría para posteriormente secarte y cepillarte los dientes.

Realmente tenías sueño. Y mucha pereza también, a decir verdad. En ese momento no sentías ni las más mínimas ganas de hacer algo que involucrara algún esfuerzo más por ese día.

One Shots (Choso x F-Reader) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora