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El corazón de Emma latía en su pecho a la vez que miraba a sí misma en el espejo. Se preguntó por qué no estaba bien con su cuerpo, por qué tenía esa tensión creciente alrededor de comer. Intentaba controlarlo, pero era como si la comida la atrajera como un imán y al mismo tiempo le aterrorizara. Se preguntaba cómo llegó a ese punto, cómo llegó a sentir esa ansiedad. Quería buscar ayuda, pero no sabía por dónde empezar. Cada vez que comía, sentía que estaba haciendo algo malo. Era como si su propio cuerpo le fallara. Se sentía asustada, confundida y sola.

Emma quería romper ese ciclo, encontrar una manera de sentirse más cómoda en su piel. Pero no tenía ni idea de cómo hacerlo. Así que decidió buscar información, en internet, en libros, en cualquier lugar donde encontrara respuestas. Pero cada paso que daba, parecía que se enredaba más en las preguntas, que estaba cayendo en una trampa. La sensación de estar atrapada se hacía más intensa. Emma quería encontrar algo, cualquier clase de ayuda. Pero, al parecer, cada sitio que visitaba, cada nombre que leía, cada historia que escuchaba, hacían que se sintiera aún más confundida. Cada vez que encendía el ordenador, se sentía como si estuviera estirando una cuerda que podía romperse en cualquier momento. Pero aún así, seguía buscando. Seguía luchando.

Algo que Emma no podía ignorar era la incomodidad que sentía al comer en público, como si hubiera una especie de spotlights encima de ella, haciendo que todo el mundo la estuviera mirando. Sabía que era una idea irracional, pero no podía dejar de pensar en ello. La sensación de miedo la seguía, como una sombra negra, por todos lados.

que hubiese pasado si...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora