Algo que Emma no podía ignorar era la incomodidad que sentía al comer en público, como si hubiera una especie de spotlights encima de ella, haciendo que todo el mundo la estuviera mirando. Sabía que era una idea irracional, pero no podía dejar de pensar en ello. La sensación de miedo la seguía, como una sombra negra, por todos lados. Aunque quería seguir avanzando, las dudas se cernían sobre ella. Las preguntas la perseguían: ¿siquiera vale la pena buscar ayuda? ¿Realmente puedo salir de esto? Empezaba a preguntarse si había algo malo en ella, si realmente había algo muy equivocado que no podía cambiar.
En medio de la oscuridad de su mente, se encontraba algo de luz. Un rayo de esperanza. Las historias de otros que habían traspasado su propio infierno, que habían aprendido a llevar su lucha y habían salido triunfantes al otro lado. Y eso la hizo sentirse como si valiera la pena luchar, incluso en el medio de la oscuridad. Pues el coraje no era la ausencia de miedo, sino el valor de enfrentarse a él. Poco a poco, el rumbo que seguía empezaba a cambiar. Las tinieblas empezaban a desvanecerse, la tormenta interior cedía, y empezaba a sentirse un poco más segura de sí misma. Los días, todavía un desafío, pero cada victoria, cada avance, le permitía sentirse un poco más capaz. Y empezó a entender que la cura estaba en su interior, solo tenía que luchar por ella.
A medida que pasaba el tiempo, esa lucha se convirtió en una fuerza, una fuerza de perseverancia y de autoconocimiento. Cada vez que la ansiedad volvía, podía mirar atrás y ver lo lejos que había llegado. Y aunque aún tenía dudas, aún había días difíciles, se sintió cada vez más fuerte. Porque entendió que el poder de superar sus batallas provenía de dentro de sí misma. Y eso era algo que nadie podía quitarle. Era una historia de perseverancia, de superación de los obstáculos. No era fácil, nadie dijo que lo fuera, pero era una prueba de lo que podía lograr cuando pusiera su mente a ello. Era una lección de autoamor y comprensión. Y como cada día iba pasando, empezó a enfrentar su camino con una cabeza erguida y un corazón valiente.
Conforme sucedía el tiempo, su resistencia se transformó en una profunda sensación de seguridad en sí misma. Se dio cuenta de que no necesitaba andar por el mundo buscando la aprobación ajena, que el aprobación de ella misma era suficiente. Y ese conocimiento le dio una seguridad inquebrantable, una fortaleza interior que le permitía afrontar cualquier reto con determinación y decisión.
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que hubiese pasado si...?
Teen FictionLa corta historia de Emma y cómo afronta sus problemas alimenticios