Otra Vez - MewGulf (Adaptación)

Capítulo Cuatro

ME AGARRÓ de la mano por todo el club, me abrazó en el elevador, me besó en el lobby, me empujó contra una pared y me atacó en la calle. Me revisó las amígdalas en el lobby del Venetian, que era donde me estaba quedando y en donde al parecer él se había mudado más temprano.

—¿Tú solo cambias de hotel, así como así?

—Así como así —me dijo, con una mano envuelta en la parte posterior de mi cuello, llevándome hacia adelante para poder besarme de nuevo.

—Eso debe haber costado una pequeña fortuna —dije entre suspiros mientras me chupaba el labio inferior.

—Tenía que... —Me chupó la lengua, lo que causó que se me debilitaran las rodillas—, estar cerca de Grace y de ti. Nada más importa.

La guerra que bramaba dentro de mí estaba haciendo que se me revolviera el estómago. Quería a Mew demasiado, y me sentía como una basura a pesar de que Keith y yo teníamos una relación completamente abierta.

—A ti no te gusta, tu acuerdo con Keith, porque no es exclusivo —Mew dijo mientras me mordisqueaba el cuello—. Lo sé.

Era aterrador que, tras casi seis años separados, el hombre todavía supiera todo sobre mí.

—No te preocupes, estoy aquí, y tú me perteneces a mí, solo a mí.

Me estremecí con fuerza, y él me sujetó y me abrazó más fuerte.

—Todo va a estar bien.

Quise regresar a mi habitación, ponerme una camisa antes de recoger a Grace, pero Mew se puso firme: nos quería a ella y a mí ahora.

Cuando pasé a recoger a mi hija, no me sorprendió encontrar que mi lechucita estaba despierta cuando todas las otras niñas habían caído dormidas. Ella era como yo, nocturna, y todavía estaba viendo una película con Cassidy. Cuando fui a agarrarla, pasó volando por mi costado para llegar a Mew. Él hincó una rodilla en tierra frente a ella.

—Hola tú, preciosura —le sonrió, sacándole el pelo del rostro.

—Hola. —Ella le regaló una gran sonrisa—. ¿Has venido por mí?

—Así es.

—¿Vas a ver mis juguetes? —Me encantaría.

—Papi me dijo que tu nombre es Mew.

—Correcto.

—Es bonito.

—Gracias, tu nombre también es bonito.

Ella asintió, como sabía hacer, y tomó su mano. Yo negué con la cabeza porque, ¿qué carajo? Mi niña era tímida y tranquila, no le hablaba a extraños. Pero la había visto estudiándolo, los ojos, el cabello, y fue obvio que le gustó lo que veía. ¿Por qué? Él se parecía a ella, era el único, ¿pero podía ser así de simple?

Cuando íbamos en el elevador, él se inclinó y me dio un beso en la mejilla, acariciándome la mandíbula con su nariz.

—Detente —le advertí, aunque mi estómago dio una voltereta.

—¿Por qué? —susurró, y su voz fue un gruñido bajo y sensual mientras apretaba otro a un lado de mi cuello.

—¿Por qué estás besando a Papi? —Grace preguntó. Me moví hacia mi hija.

—¿Ves lo que causas?

—Me gusta besar a Papi —le dijo, apretando la manita que todavía estaba en la suya.

—A mí también —le sonrió.

—Papi huele bien también. Ella asintió.

—En la mañana, cuando me despierto huele a dormido. Él se rio bajito.