𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 16 1/2

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Hacía mucho calor, en especial en el aula grande donde se examinaban por escrito. Les habían entregado plumas nuevas, especiales, que habían
sido hechizadas con un encantamiento anticopia. También tenían exámenes prácticos. El profesor Flitwick los llamó uno a uno al aula, para ver si podían hacer que una piña bailara claqué encima del escritorio. La profesora McGonagall los observó mientras convertían un ratón en una caja de rapé. Sumaba puntos la belleza de las cajas,
pero los restaba que tuvieran bigotes. Snape los puso nerviosos a todos, vigilándolos de cerca mientras trataban de recordar cómo hacer una poción para olvidar.

Harry y Aurora hicieron todo lo mejor que pudieron, tratando de ignorar las punzadas que sentían en la frente y en el brazo, un dolor que los
molestaba desde la noche que habían estado en el bosque. Neville pensaba que Harry era un caso grave de nerviosismo, porque no podía dormir por las noches. Pero la verdad era que se
despertaba por culpa de su vieja pesadilla, que se había vuelto peor, porque la figura encapuchada aparecía chorreando sangre. Tal vez porque ellos no habían visto lo que Harry y Aurora vieron en el bosque, o porque no tenían cicatrices ardientes en la frente y en el brazo,  Ron y Hermione no parecían tan preocupados por la Piedra como ellos.

La idea de Voldemort los atemorizaba.
El último examen era Historia de la Magia. Una hora respondiendo a preguntas sobre viejos magos chiflados que habían inventado calderos que revolvían su contenido, y estarían libres, libres durante toda una maravillosa semana, hasta que recibieran los resultados de los exámenes. Cuando el fantasma del profesor Binns les dijo que dejaran sus plumas y enrollaran sus pergaminos, Harry  no pudo dejar de alegrarse con el resto de sus compañeros.

Harry se frotaba la frente y Aurora el brazo.

—¡Me gustaría saber qué significa esto! —estallaron los mellizos enfadados—.  Nuestra cicatriz sigue doliendonos. Nos ha sucedido antes, pero nunca tanto tiempo seguido como ahora.

—Vayan ver a la señora Pomfrey —sugirió Hermione.

—No estamos enfermos —dijo Aurora—. Creo que es un aviso... significa que se acerca el peligro...

Ron no podía agitarse, hacía demasiado calor.

—Harry y Aurora, relajense, Hermione tiene razón; la Piedra está segura mientras Dumbledore esté aquí. De todos modos, nunca hemos tenido pruebas de que Snape encontrara la forma de burlar a Fluffy. Casi le arrancó la pierna una vez, no va a intentarlo de nuevo. Y Neville jugará al quidditch en el equipo de Inglaterra antes de que Hagrid traicione a Dumbledore.

Harry y Aurora asintieron, pero no pudieron evitar la furtiva sensación de que se habían olvidado de hacer algo, algo importante.

Harry vio un búho que volaba hacia el colegio, por el brillante cielo azul, con una nota en el pico. Hagrid era el único que le había enviado cartas. Hagrid nunca traicionaría a Dumbledore. Hagrid nunca le diría a nadie cómo sortear a Fluffy... nunca... Pero...Súbitamente, Harry se puso de pie de un salto.

—¿Adónde vas? —preguntó Ron con aire soñoliento.

—Acabo de pensar en algo —dijo Harry. Se había puesto pálido—. Tenemos que ir a ver a Hagrid ahora.

—¿Por qué? —suspiró Aurora, levantándose.

—¿No os parece un poco raro —dijo Harry, subiendo por la colina cubierta de hierba— que lo que más deseara Hagrid fuera un dragón, y que de pronto aparezca un desconocido que casualmente lleva un huevo en el bolsillo? ¿Cuánta gente anda por ahí con huevos de dragón, que están prohibidos por las leyes de los magos? Qué suerte tuvo al encontrar a
Hagrid, ¿verdad? ¿Por qué no se me ocurrió antes?

𝑵𝒐𝒄𝒉𝒆 𝑬𝒔𝒕𝒓𝒆𝒍𝒍𝒂𝒅𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora