I.

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Empecé a escribir esto como si mi escritorio no diera directamente a la oficina de mi jefa.

Si mañana me despiden, saben a quién culpar: ¡feliz cumpleaños, lexannoying!

Es muy poco, pero es trabajo honesto.

Es muy poco, pero es trabajo honesto

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Un fantasma cuenta una historia

— Aún hay esperanza en ti.

— Intentaré hallarla, sin ti para enseñarme.

«Princesa Mecánica, Cassandra Clare»

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No lo piensa siempre, pero lo recuerda todo el tiempo.

Llega junto al primer respiro del día. Es triste (y es dulce) y ocasiona un frío en su interior. Es así, piensa, como un fantasma debe sentirse.

Al liberarse de las mantas, únicamente acompañado del mareo acostumbrado de una resaca que sanará con dos tragos, reconoce que el frío siempre ha estado ahí, pero aumenta su presencia cuando la calidez de los sueños lo abandona; por ello, siente helarse y acude a rastras hacia la ducha caliente para obligar al cadáver que es -y que respira- salir al mundo que aún sobrevive (sin él).

Una vez, escuchó una historia sobre fantasmas. No recuerda el día o la noche, el sitio o la hora, sólo recuerda la historia: un hombre se hundió en el lago (o el mar) y nadie volvió a pensar en él. Al caer, no llevó nada consigo y nada dejó detrás. No hubo reputación ni medallas, no existieron los altares ni las heroicas historias; nadie recuerda un soldado que cae, sólo el triunfo de la guerra (y lo que costó). No existió nada tras el ahogamiento irreparable, salvo un corazón. En tierra, la viuda custodió el lago (o el mar), únicamente a su orilla, pues dedicó la navegación a la tierra, los pasos a los puertos y los respiros al mañana, por él.

Cada día de resaca, con el agua caliente quemándole el cuello (y el curry endulzando su paladar en el establecimiento al azar que ha hallado en un día al azar), quiere reír a carcajadas. ¡Un lago! ¡Una viuda! ¡Él, despertando un día más! ¡Qué vida le han asediado los cielos!

Dios. Nadie comprende a Dios. Él nunca ha sido lo suficientemente respetuoso para callarse la boca (los pensamientos), así que juega a pensar que Dios responde a sus espontáneas conversaciones. ¿Por qué el cielo es azul? No es azul para todos. ¿Creaste primero el huevo o la gallina? El huevo, naturalmente. Mentiroso. Entonces, ¿por qué preguntas? Sencillo, porque-

— Estoy aburrido.

Está allí, a la esquina de la barra de un bar cualquiera, ignorante del público que recuerda la última de sus interpretaciones, pues carece del interés suficiente para provocar risas ajenas una vez que su mente ha quedado estática en el pasado (o el futuro, si el buen karma le permite alcanzarlo).

El resto, es confeti | odazaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora