Chapter 7

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POV omiso
(2 años atrás)

Juka-san. Mira, mira. Que bonito dibujo...– Una pequeña de rizos negros le mostraba un dibujo algo mal hecho a su maestra preferida.

Por supuesto, Laila-chan. Está precioso. –La mujer de, en ese entonces, cortos cabellos rubios felicito a la pequeña hija de su jefe y quizás algo más.

Así es, en ese tiempo llevaba trabajando para él 4 años, y una posible relación secreta hace 2 año.
Claramente sus dos hijas no eran estorbo para la rubia.
Amaba a esas pequeñas, y claramente Laila la adoraba a ella, aunque la pequeña Yutshu aún lloraba un poco cuando está la tenía en brazos, pero era solo una bebé de 2 años, era entendible.

Su trabajo era ser su maestra en aquel pequeño centro de niñeras por la mañana, y por la tarde trabajar en casa de Kakucho, su jefe.

Todo se sentía un sueño, incluso recibía ayuda de la nueva integrante de la guardería, Miun.
Aquella pelinegra se había convertido en su confidente.

Todos sabían quien era Hitto Kakucho, más Juka nunca podría tenerle miedo.
No al hombre que consideraba el amor de su vida.

Sus horarios estaban hechos para serle servicial a Kakucho.
De lunes a viernes iba a la guardería de 7:30 am hasta las 12:30 am, luego de eso un auto pasaba por ella a su departamento a las 15:30 y la traía de regreso a las 20.

Los sábados y domingos trataba de verse presentable el resto de los días por lo que iba a comprar algo de ropa, preparar material de estudio y más.

Sus días consistían es ser como una madre para Laila, y felizmente lo estaba logrando. Había llenado el hueco que faltaba llenar en esa pequeña de rizados cabellos negros y ojos marrones.
Paseaba con ella, hacían compras, estudiaban, pasaban tardes jugando, pasaban momentos en los que podían verse como una familia.

Juka nunca experimento aquello, el que alguien llenara un hueco que nadie sabía que existía dentro de ella.
Creció en un orfanato en Londres, uno muy precario en donde sus mejores días consistían en comer un plato de comida decente y tener un techo en donde no agarrarse una hipotermia y morir.

Su corazón tan llenó de alegría, tan lleno de amor por tener una familia.
O eso es lo que sentía.

Kakucho no era indiferente con ella.
Sus cálidas sonrisas, esos ojos tan llenos de vida y cariño.
Unos ojos que adoraban observar a la rubia jugar y cuidar de sus hijas.
De sus pequeños solecitos que alumbraban su vida tan repleta de sangre y oscuridad.

Su alma solo respiraba para verles felices, para otorgarles algo que él jamás tuvo de niño.
Una vida de facilidades, felicidad y sin violencia ante sus ojos.
Criarlas puras y sanas para que fueran mujeres de bien.

Dos adultos tan rotos que se complementaban para arreglar dos vidas que podían salvarse de ser como la de ellos o peor.

Pero lo que más atormentaba a Juka era lo fácil que conectaron, lo fácil que fue conseguir aquella felicidad.
Siempre se repetía aquella frase, aquella que la atormentaba de vez en cuando cuándo se sentía completa: “Lo que fácil llega, fácil se va”.

Y que frase más cierta.
Una frase que se quedó escrita con fuego en su corazón.

Nadie esperaba una redada ese día.
Una redada que no solo se llevó consigo la felicidad de Juka, sino que también se llevaron esos hermosos rizos negros, esos hermosos ojos marrones, esas hermosas risas que inundaban su corazón.

El recuerdo de aquello aún permanecía en su mente.

Era casi hora de su salida.
Por un inconveniente Kakucho tuvo que llevar personalmente a Yutshu con el médico personal de Bonten, aún los recuerdos de Kakucho hablando por teléfono le carcomían la mente.

La niñera | Hitto Kakucho (Tokyo revengers)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora