única parte

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El clima nublado de la ciudad específicamente en esa época del año, era un reflejo de lo que sucedía en el interior de Harry

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El clima nublado de la ciudad específicamente en esa época del año, era un reflejo de lo que sucedía en el interior de Harry. Una inmensa nube negra que lacaba el cielo de un tono oscuro y que en cualquier momento estallaría en llanto. Y es que, cuando se trataba de salir a buscar empleo, terminaba devastado mental y físicamente: el cabello hecho un lío, la espalda cansada y los ojos probablemente rojos por las lágrimas que el estrés le arrebataría en algún punto, cuando sintiera que había tenido suficiente. Justo como en este instante, en el que para sus adentros maldecía al Señor Lancelot por haberlo despedido por una estupidez, y pensaba que su mundo estaba acabado.

Con un suspiro cansado se alejó de la panadería. Miró atrás en un momento de su desganada caminata, en sus ojos la esperanza de que le llamaran, que le dieran una oportunidad. Aunque en el fondo sabía que no lo harían, así como no lo habían hecho en los seis lugares que con anterioridad había dejado su currículum, ni en los otros tres que había en una página de internet y también había enviado su información. ¿Por qué tenía tan mala suerte?

Llevaba semanas sin trabajo, gastando el dinero que tenía en cosas realmente simples como lo eran, por ejemplo, dos comidas al día y transporte para ir a distintos sitios para buscar un empleo. No había conseguido nada. Estaba más que acabado, era completamente miserable e infeliz.

Vio a un muchacho pasar conversando alegremente con su madre. Llevaba una mochila y un par de libros en manos mientras sonreía ante lo que fuera que la castaña mujer le decía.
Habiendo captado la buena comunicación y confianza que parecían tener el joven y su versión femenina mayor, Harry se descubrió siendo invadido por un ápice de tristeza mezclada con lo que parecía ser envidia. Si él tuviera una madre a su lado, una madre normal de la que no prefiriera estar alejado, seguramente su vida sería diferente. Ahora no estaría tan arruinado porque ella lo apoyaría. Por lo menos habría podido trabajar en la pastelería de su madre. O recibiría el abrazo reconfortante que tanto añoraba desde hacía unos días.

Pero él jamás había tenido lo que quería, o al menos desde su cansada y a veces gris perspectiva, notaba que siempre había sido desgraciado y, oh, en serio lo lamentaba desde lo más profundo de su corazón.

El camino hacia la desgracia había comenzado cinco años después de su nacimiento. El hombre cuyo nombre había dejado de oír desde hacía mucho, se había marchado con alguien más, dejando a quien había sido su mujer por más de diez años, a cargo de dos hijos demasiado pequeños como para saber qué era lo que pasaba. Eran demasiado pequeños como para poder lidiar a la perfección con todos los problemas que se les presentaron cuando su madre se quedó desamparada y tuvo que salir para empezar a construir un futuro decente para ellos.

A Harry le había costado asimilar que se había quedado sin papá. Por ese tiempo, él creía que volvería a casa para jugar escondidillas, quizás esa vez Dornan sí querría. Todos los días esperaba en el sillón más pequeño, se sentaba ahí, con sus deditos de la mano golpeteando el suave material del asiento, sus sentidos siempre alerta por si la puerta se abría. Pasaban horas y horas y no había rastro de su padre, ni siquiera su olor estaba presente ya.

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