Capitulo 3

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La brisa fría golpeaba contra su rostro, ocasionado que sus mejillas se pintaran de un suave rojizo al igual que la punta de su nariz. Agachando su mirada nuevamente hacia aquel papel que tenía en manos, dirigiendo su vista por todas las taches que había marcadas sobre el mismo, mirando como la más reciente tenía el mismo significado que las demás.
Norman, levantó su cabeza y observó aquel amplio y oscuro cielo; nueves con una tonalidad gris cubrían la mayoría del mismo, los truenos se escuchaban con más frecuencia y los relámpagos se hacían notar cada vez más.

El dolor en su pecho iba en aumento, sintiendo como el nudo de su garganta crecía más hasta el punto de volverse doloroso, impidiendo que tragara su saliva con normalidad. Sus ojos picaban y poco a poco la humedad lo fue cubriendo; sus piernas flaquearon, obligándolo a caer de cuclillas, pegando su rostro entre sus piernas y cubriendo su cabeza con sus brazos, al mismo tiempo que apretaba y arrugaba aquel papel aun en sus manos.

Han pasado meses y los resultados siguen siendo los mismos; largas caminatas, soportando el mal clima de las distintas zonas a las que visitaban, no dormía sus horas, y que decir de su alimentación, la cual ha tratado de cuidar, pero no siempre a podía hacerlo de manera correcta.

¿Cuándo llegara el día que tanto anhelaba?

¿Cuándo la volvería a ver?

¿Cuándo volvería a ver su hermosa sonrisa?

Su mirada llena de bondad, su calidez y amabilidad al igual que su alegría...

¿Cuándo volvería a disfrutar de todo aquello que sólo ella le puede brindar?

Estaba desesperado, entrando en la locura; y de nueva cuenta, su llanto no se hizo esperar. En el momento en que sus lágrimas comenzaron a caer, aquellas gotas de agua comenzaron a hacerle compañía. Su agonía se vio enmudecida por el ruido de la fuerte lluvia que lo estaban empapando, mojando cada una de sus prendas y deshaciendo aquel papel que aún mantenía sujetando.

Los minutos pasaron y poco a poco se fue calmando. Elevó un poco su rostro y miro las luces de las casas de aquel poblado que no se encontraba tan lejos. Con el rostro empapado, se colocó de pie, y con sus piernas débiles y temblorosas, comenzó a caminar.
Tenía que dirigirse hacia aquel refugio donde se hospedaron, lo más probable era que ya todos estuviesen allí y él era el único ausente, debía apresurarse y no hacer que su familia se preocupase por él.

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Gilda no dejaba de caminar de un lado a otro, Norman, se había separado de ellos unas horas atrás, pensó que en el momento de que llegase su toque de queda este ya se encontraría en el lugar de hospedaje, pero no fue así, ha pasado una hora y él es el único ausente.
Además de que había una fuerte lluvia allá afuera, le preocupaba que fuera tan imprudente como para caminar o correr bajo la lluvia, ya lo había hecho una vez y el resultado fue algo de gravedad.

Iba camino hacia las habitaciones cuando los ruidos bruscos de Ray la asustaron; aquel pelinegro tomo una manta y abrió la puerta con algo de fuerza pues está golpeó contra la pared para salir casi corriendo del lugar. Camino por reflejo y se detuvo al ver como Norman caminaba hacia ellos a pasos lentos.
En cuanto Ray llego a él, cubrió su cabeza y parte de su cuerpo con aquella manta y lo obligó acelerar su paso hasta entrar en aquella residencia.

Una vez en la entrada, Ray lo tomo del cuello de su gabardina y camisa con algo de fuerza.

—¿Tienes alguna idea de lo preocupados que estábamos? — reprochó, recibiendo silencio como respuesta.

Pero al ver su mirada un tanto vacía y su rostro sin expresión alguna, lo soltó; agitando su propio cabello para después volverlo a mirar.

—Perdón — alcanzo a decir en susurro Norman.

Te encontré [NorEmma]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora