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Glenn se reclinó en el sofá improvisado en el área común de la prisión, con su brazo casualmente sobre su hombro mientras ustedes dos contemplaban las estrellas a través de los barrotes de la cerca del patio. El silencio de la noche los envolvió a ambos mientras permanecían sentados en un cómodo silencio, perdidos en sus propios pensamientos.
Después de un rato, Glenn rompió el silencio. "Sabes, a veces me cuesta creer que todavía estemos vivos", dijo suavemente, con voz baja y contemplativa.
Asentiste con la cabeza, acurrucándote más cerca de él. "Sé lo que quieres decir. A veces parece que todo esto es sólo una pesadilla muy vívida".
Glenn se rió entre dientes, su aliento cálido contra tu cuello. "Sí, yo también tengo esa sensación. Pero luego te miro y recuerdo que todo es real".
Sonreíste, girándote para mirarlo. En la penumbra del patio de la prisión, sus rasgos se suavizaron y sus ojos reflejaron la luz de las estrellas en el cielo. "¿Cómo crees que será nuestro futuro?" preguntaste, curioso por escuchar sus pensamientos.
Glenn se quedó en silencio por un momento, su mirada volvió al cielo. "No lo sé", dijo al fin. "Pero sí sé que quiero que seas parte de esto".
Tu corazón dio un vuelco ante sus palabras y te giraste para mirarlo por completo. "Glenn, yo..."
Pero él te interrumpió y su mano se acercó a tu mejilla. "Te amo, lo sabes, ¿verdad? Y quiero pasar el resto de mi vida haciéndote feliz".
Las lágrimas brotaron de tus ojos mientras lo mirabas, abrumada por la profundidad de sus sentimientos. "Yo también te amo, Glenn", susurraste. "Y no puedo imaginar un futuro sin ti en él".
Cuando te inclinaste para besarlo, el mundo pareció desvanecerse a tu alrededor, dejándolos solo a ustedes dos en la quietud de la noche. Y por primera vez desde que comenzó el apocalipsis, sentiste un rayo de esperanza para el futuro, sabiendo que sin importar lo que estuviera por venir, lo enfrentarías juntos.
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