No me considero una mala persona. Es decir, alguna vez habré cometido errores, pero dentro del rango de normalidad y soy consciente de ello. Pero hubo una época en la que no lo estaba y la normalidad comenzó a distorsionarse junto con la imagen de la persona a la que más amaba, mi madre, una víctima del destino.
Mi padre murió en un accidente de tráfico cuando yo solo era un niño. Yo iba en ese coche pero salí casi ileso. Digo casi porque tengo leve sospecha de que ahí comenzó mi "descenso". Nunca tuve mucha relación con mi padre, ya que solo hacía las cosas que hacía por mi madre, a quien amaba por encima de todas las cosas y yo me sentía un poco de lado. Contra todo pronóstico no fue ese hecho lo más traumático de la situación, si no la reacción de mi madre.
Más tarde me enteré de que ella había estado embarazada de una niña. Algo en su cabeza debió dejar de funcionar porque tras salir del hospital después de haber tenido un ataque de pánico al enterarse de la muerte de mi padre mi hermana no nacida falleció. Además, creyó que su hijo volvía en el coche con su padre y que yo era su hija no nacida. Desde entonces mi nombre cambió de Jaques a Helena.
Claramente esto fue un golpe duro para un niño de nueve años, pues mi madre cambió por completo y su mente comenzó a decaer mentalmente más y más, cambiando mi cuarto por un sótano mugroso y mi armario de niño corriente cambió a ser el de una niña rica yendo a la iglesia. Sé que puede parecer egoísta intentar abandonar a mi madre en esta situación sabiendo como lo estaba pasando pero debo admitir que en ese momento busqué ayuda. Se rieron de mí.Marc es el único chico que conozco que supo mirar a través de mis ropas de muñeca Barbie y mis músculos de Ken sin juzgarme, o al menos guardándose las palabras para sí mismo y se convirtió en mi primer amigo después del incidente. Me gusta referirme a él así porque, como comprenderás, mi vida social dio un vuelco y no para bien. El hecho de que mi madre había perdido la cabeza y se había dado al alcohol era un secreto a voces para los del pueblo y un simple chismorreo para los profesionales.
Marc es un buen chico, le conocí en el instituto cuando tenía catorce años. Supo entenderme desde el primer momento sin pedirme explicaciones y pudimos intercambiar algunas prendas de nuestro armario, ya que a él le interesaba la ropa de ese estilo y todos los días antes de ir a clase iba a su casa a cambiarme. Así poco a poco volví a ser uno más para los otros chicos. Igualmente a día de hoy sigo sin entender por qué la diferencia era tan abismal. En cuestión de unos días había pasado de ser nadie para los hombres por parecer muy femenino y nadie para las mujeres por ser un hombre a ser tan hombre como para los hombres y tan masculino como para que algunas chicas ganaran interés en conocerme.
Ya mencioné anteriormente mi amado sótano, ese fue tanto mi refugio como mi propia jaula. Madre solía decir que el otro cuarto no era mío, era de Jaques, y que volvería pronto junto a mi padre. Obviamente, nunca pasó. Lleno de cajas con decoraciones navideñas, fotos familiares y antiguos juguetes hice del sótano mi hogar. En cierta parte agradezco no haber estado en un cuarto normal ya que, a pesar de las ratas, el olor a tubería, la suciedad y que, cada vez que mi madre me encerraba ahí me tiraba por las escaleras estaba más a salvo que en la planta baja, donde, continuamente se escuchaban botellas rotas y gritos sin respuesta a la televisión o a fotos de la casa.
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A Través Del Prado
Fantasy¿Y si pudiéramos estar en otro sitio mientras soñamos? A partir de esta pregunta se desarrolla el mundo de los sueños. Todas estas historias se desarrollan en la mente, independientemente de cómo se encuentre el cuerpo de la persona que viaja a este...