Giverny

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La primera vez que me enamoré fue con Eleanor.

Estar hablando de este tema con un río se me hace extraño, la verdad. Pero hay dos motivos que me impulsan a ello. El primero es que sé que nadie más va a escuchar lo que voy a decir sin mandarme al psiquiátrico de cabeza. El segundo es que siento que los nenúfares, al igual que llevaron mi mensaje cuando pude verla, podrán hacerlo ahora. Solo espero que el tiempo pase para ella igual que a mí, aunque estemos a tres siglos de distancia.

Porque sí, lo estamos.

Lo supe casi al instante. Era bastante obvio, por su ropa y por su manera de hablar decimonónica. Lo que me costó asimilar al principio fue la situación en sí, claro. No todos los días te puedes encontrar con una chica tan guapa del siglo XIX, a la que seguramente no vuelvas a ver. Y desde el día del beso no volví a saber nada más de ella, así que entiendo que ese fue el adiós. ¿Se habrá dado cuenta de lo que le quise decir? Espero que lo haya hecho, de corazón.

Nuestro encuentro no fue el principio de nuestra historia. La vi antes de que pudiera verme. La primera vez que pude contemplarla también lo sentí: un verdor intenso me rodeó por completo. Y allí estaba ella. Eleanor. Mi luz.

Estuve ahí en sus peores momentos, aunque no pudiera alcanzarla. Yo solo deseaba ofrecerle mi cariño, pero ella ni siquiera se daba cuenta de mi presencia. Y cuando intentó tirarse del puente... Ahí comencé a gritar. Solo quería encontrar la forma de impedirlo. Y parece que el Destino me concedió esa oportunidad.

Al verla tuve muchas cosas qué decirle, pero de mi boca solo salió un «hola» y una risilla nerviosa.

Ella ya sabe que estoy buscando mi lugar en el mundo, y que el arte me está ayudando a encontrarlo. Que mis padres me llamaron Giverny porque se enamoraron aquí, durante un viaje improvisado, y quisieron mantener su amor a través de mi nombre. Qué poder tienen los nombres, ¿verdad?

Los nombres y el arte, claro. Y ambos entrelazados tienen un poder especial, uno que saca a la luz los mundos singulares de sus creadores. Yo voy a sacar tu arte, Eleanor Monet, para que todo el mundo pueda conocer tu nombre.

Sí. Fue otro de mis asuntos pendientes. Mis padres compraron una casa —el antiguo hogar de Eleanor— cuando se jubilaron. Vivieron durante el resto de sus vidas en este recinto, y ahora me queda como parte de mi herencia. Y algo que quisieron conservar de los antiguos propietarios fue el arte de mi primer amor, que pasó de generación en generación, porque se quedaron admirados por sus paraísos de color. Ahora tengo conmigo todos los rincones de nuestro mundo, y no dejaré que su presencia pase por el río Leteo.

Gracias, querido Sena, por hacer nuestra historia posible. Y a vosotras, nenúfares, por ser nuestros confidentes. Este ha sido y siempre será nuestro estanque de ninfeas.

GivernyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora