ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 14

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Mientras permanecía en la habitación vacía, Rosena se quedó mirando la manta sobre la silla.

Fue entregado por Yerhan.

En ese momento, el recuerdo de ese día pasó ante los ojos de Rosena.

Era el recuerdo de cuando usó una manta raída junto con Yerhan.

Rosena negó con la cabeza.

Sin embargo, a pesar de los constantes esfuerzos, los únicos pensamientos que llenaban su mente estaban relacionados con Yerhan.

Rosena recordó lo que Yerhan dijo antes.

– ¿Seguirás diciendo que no es mi hijo después de todo esto?

Rosena no pudo responder la pregunta.

Fue porque sabía que ya no tenía sentido negarlo.

Pero Yerhan no forzó una respuesta.

Mientras esperaba la respuesta de Rosena, terminó saliendo de la habitación sin decir una palabra.

Rosena, que se quedó sola con Illian, miró al niño durante un buen rato.

Una respiración más relajada llenó silenciosamente la habitación.

Rosena tocó el suave cabello rubio de Illian y lo miró, quien dormía profundamente.

Hasta ella llegó la voz de su padre, fallecido hace mucho tiempo.

– Si te encuentras con la familia real, huye.

– Prométemelo, Rosena.

"¿Padre sabía algo?"

Le recordaba a un padre que ya no estaba en este mundo.

Ahora la culpa la invadía.

No solo conoció a la familia real, sino que también dio a luz a un hijo de la familia real.

Al final, no pudo cumplir la promesa que le había hecho a su padre.

Sintiéndose triste, Rosena giró la cabeza y miró la puerta bien cerrada.

Yerhan dijo que Illian recuperaría la conciencia en dos días.

—Qué tengo que hacer…—

Yerhan parecía convencido de que Illian era su hijo.

Illian, que heredó la sangre de la familia imperial, no puede ser liberado.

No parecía haberle contado a nadie sobre la existencia de Illian todavía, así que ella tuvo que hablarlo con él.

Si tener una conversación no podía resolver el problema, tenía que considerar huir.

Rosena se mordió el interior de los labios con amargura.

En aquel entonces, estaba triste por tener que huir, pero eso no significaba que quisiera renunciar a Illian.

No quedaría nada en la vida de Rosena si renunciaba a Illian.

En primer lugar, el palacio estaba en un área remota, por lo que habría un agujero para que los dos pudieran salir.

Memorizó la geografía del Palacio Imperial hasta que Illian se recuperó…

—Engggh...—

—¿Illian?—

Al oír el quejido en sueños, Rosena se levantó apresuradamente.

El divorcio es la condiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora