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El cuerpo de Gorrister colgaba, fláccido, en el ambiente rosado; sin apoyo alguno,suspendido bien alto por encima de nuestras cabezas, en la cámara de la computadora,sin balancearse en la brisa fría y oleosa que soplaba eternamente a lo largo de la caverna principal. El cuerpo colgaba cabeza abajo, unido a la parte inferior de un retén por laplanta de su pie derecho. Se le había extraído toda la sangre por una incisión que sehabía practicado en su garganta, de oreja a oreja. No habían rastros de sangre en lapulida superficie del piso de metal.

Cuando Gorrister se unió a nuestro grupo y se miró a sí mismo, ya era demasiado tardepara que nos diéramos cuenta de que una vez más, AM nos había engañado, habíahecho su broma, su diversión de máquina. Tres de nosotros vomitamos, apartando lavista unos de otros en un reflejo tan arcaico como la náusea que lo había provocado.

Gorrister se puso pálido como la nieve. Fue casi como si hubiera visto un ídolo de vudúy se sintiera temeroso por el futuro. "¡Dios mío!", murmuró, y se alejó. Tres de nosotros loseguimos durante un rato y lo hallamos sentado con la cabeza entre las manos. Ellen searrodilló junto a él y acarició su cabello. No se movió, pero su voz nos llegó dará a travésdel telón de sus manos: 

- ¿Por qué no nos mata de una buena vez? ¡Señor! no sé cuánto tiempo voy a sercapaz de soportarlo.

Era nuestro centesimonoveno año en la computadora

Gorrister decía lo que todos sentíamos

Nimdok (éste era el nombre que la computadora le había forzado a usar, porque seentretenía con los sonidos extraños) fue víctima de alucinaciones que le hicieron creerque había alimentos enlatados en la caverna, Gorrister y yo teníamos muchas dudas.  

- Es otra engañifa - les dije -. Lo mismo que cuando nos hizo creer que realmente existía aquel maldito elefante congelado. ¿Recuerdan? Benny casi se volvió loco aquellavez. Vamos a esforzarnos para recorrer todo ese camino y cuando lleguemos van a estarpodridos o algo por el estilo. No, no vayamos. Va a tener que darnos algo forzosamente,porque si no nos vamos a morir

Benny se estremeció. Hacía tres días que no comíamos. La última vez fueron gusanos,espesos, correosos como cuerdas.  

Nimdok ya no estaba seguro. Si había una posibilidad, cada vez se le antojaba más lejana. De todas maneras, allí no se podría estar peor que aquí. Tal vez haría más frío, pero eso ya no importaba demasiado. Calor, frío, lluvia, lava hirviente o nubes de langostas; ya nada importaba: la máquina se masturbaba y teníamos que aguantar o morir.

NO TENGO BOCA Y DEBO GRITARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora